Opinión | Escenario
El patio de San Rafael
Decía Napoleón que, con los ojos tapados, sería capaz de reconocer la tierra donde había nacido por su olor. No sé con exactitud cuáles son los olores de Córcega, pero desde luego, absolutamente mediterráneos: romero, tomillo, orégano, perejil, albahaca, hinojo, mejorana, laurel... y la hierbabuena. En los días que vivimos, bien adentrada la primavera, Córdoba está inundada por los aromas que la definen e identifican, que no son sólo los de los naranjos que enfilan las aceras, ahora ya con la flor casi perdida, sino los que bajan con los aires de la sierra, frescos y pletóricos por las recientes lluvias, para fundirse con los que escapan de los patios, ese Patrimonio Inmaterial de la Humanidad que autóctonos y foráneos no nos cansamos de admirar.
Tan importantes son los olores, que nos sugieren sucesos antiguos, acaso olvidados, que ningún otro sentido conseguiría traer al presente. ¿Quién no se ha sentido abrumado alguna vez por vivos recuerdos provocados por algún olor? Ni siquiera hemos sabido ponerle nombre, pero sí hemos podido asegurar que así olía el colegio de la niñez, el aparador donde la abuela guardaba el chocolate y las galletas, el beso de la madre o el abrazo que una tarde de domingo compartimos con aquel lejano amor.
Nuestros patios son una muestra de luz, colores y fragancias que hayan su máxima expresión en el patio que pertenece a la iglesia del Juramento de San Rafael, que Puri Díaz, una de sus cuidadoras, nos explica con humildad, sencillez y sensibilidad: «Es un patio especial porque hace años entramos en la categoría de patios antiguos, después pasamos a la de patios singulares y ahora estamos en la de patios conventuales o entidades religiosas. A gusto, porque seguimos igual que siempre. Son dos patios separados por un espacio que habilitamos como capilla y está dedicada a la Virgen de Fátima. El primer patio lo tenemos lleno de colorido, presidido por San Rafael, que lo custodia. Suelen preguntarme el número de macetas; algunas veces he querido contarlas pero he tenido que pararme; es difícil. El segundo patio tiene árboles, menos colorido y muchas plantas verdes. Queremos ir quitando las macetas de flor, a medida que aumentemos las de plantas verdes. La gente se sorprende cuando lo ve. El año que viene estará más verde que ahora. Estos patios los gestionamos voluntarias y están abiertos todo el año. Cuidar un patio tiene mucho trabajo y mucho mérito; no lo digo sólo por nosotras sino por todas las personas que cuidan patios». Sí que lo tiene, Puri, por eso no cabe más que felicitaros por tanto buen gusto y tan excelentes resultados.
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