Desgraciados

Circula un vídeo reciente en el que los amigos del novio esperan en la puerta de la iglesia a los recién casados. Cuando la pareja sale, ellos empiezan a tirarles por encima arroz con una pala de grandes dimensiones. Con saña inexplicable. Hay que pertenecer a una indigna especie de morlaco para embutirse en un chaqué y lanzar paladas de arroz sobre una novia, fastidiándole el vestido y el momento. El afortunado novio no tenía un amigo así, tenía dos. En las bodas afloran mucho los desgraciados, es decir, gente infeliz y causadora de desdichas y que no tiene gracia. Si se dan una vuelta por la judería podrán ver las variedades de despedidas de soltero. Desde los que van con vergüenza de lo que están haciendo hasta los cromos más valiosos de la colección de mamarrachos.

Pienso que uno ve la calidad de sus amigos en este trance. Mis amigos y yo hicimos un viaje de fin de semana, en el que comimos chuletón y compramos libros. Creo sinceramente que nos lo pasamos mejor que el que se pone en la obligación de hacer el mandril, ya talludito, porque «hay que saber divertirse». El viaje salió tan bien que cuando se han ido casando los demás lo hemos repetido con mínimas variaciones, y sigue siendo igual de divertido. El amigo bueno es el que deja que tu despedida de soltero te la organices tú, y por el mismo principio, el que no interfiere en lo previsto para la boda, ni con palas de arroz, ni cortando corbatas, ni tirando pintura, ni robando el protagonismo, ni empezando peleas históricas aprovechando el momento. Y si de verdad hay que disfrazarse de torero, mejor en privado.

*Abogado