Opinión | Cielo abierto
Los Ulises de La Rinconada
Cada vez que envías un wasap o escribes un mensaje estás narrando. Cada vez que escribes un mensaje o envías un wasap enciendes una antorcha. Imagina la escena: eres el primer hombre entrando en una gruta con el fuego encendido, pintando en la pared con parsimonia, asombro o emoción esas escenas de la caza del día. Eres el primer hombre o la primera mujer, y sientes el aliento mugiente del mamut tras haberlo cazado. También has enterrado a algún caído, y has honrado su tumba con sus colmillos curvos: una ofrenda para la eternidad. Un viejo lo cuenta junto al fuego, mientras los niños miran esa mano que pinta en la pared. Esa historia se quedará ahí, con una voz flotante que no se apagará, para que otros hombres y mujeres la podamos mirar, y también leer, 45.000 años después.
Encender esa antorcha es escribir, porque responde a la necesidad del ser humano de escuchar y contar. Nos nutrimos de historias, nos vestimos con ellas, izamos la conciencia de un mosaico infinito y siempre en movimiento, con todas las historias que escuchamos y luego repetimos, o inventamos, o las que hemos vivido. Nos nutrimos de todos los relatos como aquel muchacho, Telémaco, que recorría los puertos de Ítaca esperando los barcos que llegaban, por si algún marinero podía darle noticias sobre Ulises, su padre, que veinte años atrás había partido a la guerra de Troya. Telémaco genera la imagen de su padre sólo a través de historias: las que le van contando esos marineros y los recuerdos que le narra su madre, que le ha hablado a su hijo honradamente y bien del padre ausente, por encima de su propio dolor, por seguir tejiendo el manto de su soledad en el trono vacío. Historias infinitas, los hermanos Machado encontrándose a través de sus poemas en un cariño real, fraterno y sin trincheras.
De todo esto hablé el viernes pasado a casi 300 alumnos de tres institutos de La Rinconada, Sevilla, dando el pregón de la Estación de las Letras en el teatro Antonio Gala. Lo cuento aquí porque ha sido una de las experiencias más extraordinarias que me ha regalado mi vida de escritor. Tenerlos ahí delante, narrándoles los clásicos que les pertenecen, fue un gozo. Pero grabar después con seis alumnos, en el escenario y en directo, un podcast de 40 minutos sobre los hermanos Manuel y Antonio Machado que puede verse en YouTube, con ellos recitando sus poemas, fue la maravilla, si crees que los poemas y la literatura también pueden salvarnos. Allí estaban Salvador Gutiérrez Solís y Raquel Vega Coca, concejala de Cultura de La Rinconada, con su gran equipo. Hay esperanza: porque el viernes, en La Rinconada, mientras el mundo atronaba fuera, juntos encendimos nuestra propia antorcha en la oscuridad.
*Escritor
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