Opinión | Hoy
Los caperucitos/as
Calma, amigo, no te sulfures, o acabarás peor de lo que estás, o sea, criando malvas. Te va a pasar como al del chiste, que estaba tan mal que sólo le faltaba quedarse embarazado. Ya sé que tampoco es cosa de mirar para el ombligo, llegar a la casa y tirarse al sofá con «yo no quiero pensar, yo quiero evadirme», y entregarse en cuerpo y alma a tanto bodrio televisivo. No. Es cuestión de seguir en pie, cueste lo que cueste, ante este paisaje y paisanaje, que cada vez se va convirtiendo más y más en estercolero. El problema no es que una señora en cuatro paletadas se haya cargado la presunción de inocencia, ni que su señorito vaya diciendo cosas como que si hace falta gobierna sin el Parlamento; el problema, te repito de nuevo, con mi infinita paciencia, es que, por acción o por omisión, millones de españoles aplaudan tanto escándalo de mediocres y sectarios, o, peor, que tantos millones de españoles miren para otro lado, es decir, miren ese cristal de plasma que rezuma y escupe basura tras basura en lo que aún nos quede de cerebro; o, peor aún, la debacle: el que callen los que se erigen en progresistas cuando la inmundicia viene de quienes los mantienen. Ésta es la señal de la corrupción en la que estamos.
El problema es que tanto caperucito y tanta caperucita vean que su abuelita no debería de tener tan grandes esas orejas, esos ojos, esa nariz, con la que sorbe cada vez que lanza una mentira, y, sin embargo, sigan hablando con la abuelita, hasta que ésta, cansada de pitorrearse de nosotros en este diálogo de necios, abra su enorme bocaza, tan ejercitada y desarrollada en mentir, y nos coma a todos y se relama de gusto. Éste es el problema. Recuerdo, allá por los amenes de la Dictadura, cuando nuestros padres, viéndonos en melenas y vaqueros, exclamaban: «¡Que hayamos hecho una guerra para esto!». Pues ahora, nosotros, los abuelos, es terrible que exclamemos: «¡Que hayamos hecho una Transición para esto!», para darle una patada a más de dos siglos de luchas y sangre del pueblo con las que derruir los calabozos, mazmorras y cadenas de la Inquisición, y nos vengan ahora, estas disfrazadas de abuelita, con que qué es eso de la presunción de inocencia, con que qué es eso de la independencia del poder judicial, y la libertad de expresión, y la libertad de prensa; y gobierne la mayoría espuria de este gazpacho bien cargado de ajo nacionalista, y que cada día tenemos que tragar y aplaudir por eso. Pero si los abuelos transitivos aún conservamos algo de vida y de memoria de la Transición, recordaremos que la basura ya venía fermentando en los estercoleros, con aquellos detritus como «el que se mueva no sale en la foto».
*Escritor
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