Opinión | Entre líneas

Ágrafos

¡Nos atacan! ¡A las armas! ¡Abran sus libros, luzcan con orgullo por la mañana el periódico doblado bajo el brazo, escriban! Estamos llegando a que la lectura sea lo más revolucionario en esta conjura de necios (permítanme que use el título de la obra de John Kennedy Toole) en donde a los pocos que vamos quedando que sentimos las letras como una obligación, un derecho, un privilegio y un disfrute, se nos quiere abochornar.

Creo que los lectores son cada vez más esa estrecha mortadela en un bocadillo que por abajo tiene a vociferantes ágrafos indignados, más preocupados en opinar que en escuchar, en herir en redes sociales sin tener que esforzarse mucho. Es su forma de decir que son iguales a tus años continuados de estudio, esfuerzo, formación y cualificación y que su opinión vale tanto como la tuya (generalmente insisten en que más), sin más aval que su ignorancia.

Y en la parte superior de ese sándwich está mucho buenista, algunos privilegiados que nunca han tenido ningún interés por tener la vida resuelta desde la cuna, los que están desmontando el sistema educativo y la cultura del esfuerzo o quienes quieren sacar partido de esa masa de analfabetismo funcional. «Ya nadie lee», le escuché decir recientemente a un cargo en comunicación de una empresa. Pero más triste es que basase su estrategia de trabajo precisamente en ello. También me sorprende el haber observado que quienes más se deshacen actualmente en elogios a la inteligencia artificial, sin ponerle pega alguna, son los que menos inteligencia natural tienen para escribir o leer cualquier cosa.

Pero no nos engañemos. Se puede vivir perfectamente perdiendo el tiempo, sin apenas interesarse por nada importante y solo tecleando insultos o viendo mamporrazos en las redes sociales. Y es posible que se pueda hasta prosperar socialmente e incluso enriquecerse en un mundo donde «ya nadie lee». Pero no es lo normal. Y si se opta por ser analfabeto funcional, sepa que quienes tomarán siempre las decisiones importantes de su vida por usted, quienes hacen las leyes, quienes las aplican, los que deciden si concederle o no una hipoteca o un préstamo a su empresa, quienes controlan los mercados, quienes mueven los hilos en la sombra y las sogas al sol, los poderosos en general y los que determinarán lo que debe usted pensar y lo que tiene que hacer... esos sí que leen.

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