Opinión | El triángulo
No cabe una gota más
No para de llover, pero algún día lo hará, y en julio casi no nos acordaremos de estos días. Da la impresión de que nunca va a llegar una primavera soleada, que seguiremos viviendo bajo este cielo encapotado ‘sine die’, que los nubarrones por ósmosis han penetrado en nuestro ánimo que ya anda sobrecargado. Y hay que seguir levantándose viendo cada mañana la última ocurrencia del presidente Trump, si ahora monto una escuela ‘fake’ con niños verdaderos para escenificar la motosierra económica en el Departamento de Educación, si el asesor jefe, que no pudo ser vicepresidente, lleva a su hijo pequeño al despacho oval para hacer el ganso en esa vuelta al infantilismo caprichoso. Mientras aguantamos la chulería del otro rey del mundo, menos amigo de las ‘performances’ a no ser que sean militares, pero con el mismo espíritu de eso veo, eso quiero, Ucrania, el Golfo de México, Gaza, Líbano.
Solo ven territorios y recursos, les son absolutamente indiferente los que vivan allí, hombres, mujeres o niños, son solo peones a derrocar o mover por el tablero que cada uno ha diseñado.
Un día nuestra capacidad de aguantar la barbarie romperá, a la de la tontería política estamos más acostumbrados, y no soportaremos ver a más niños desmembrados, más muertos amontonados, más ciudadanos expulsados a El Salvador, rapados, uniformados y encadenados como el nuevo Guantánamo. Hasta para la tortura nos queda poca imaginación, y a los migrantes en Italia o a los que se quieren externalizar a un país fuera de la Unión Europea se les ofrece un futuro de reclusión y aislamiento que les arranca toda la dignidad humana.
Mientras, aquí, los señoritos que se enriquecieron con la venta de mascarillas, que nos permitieron seguir con vida, son absueltos porque el beneficio es un gran logro en el libre mercado. Y seguimos aguantando Koldos, Jessicas, novios con peluca, Ventorros, explicaciones inverosímiles, vídeos y audios trucados, mientras nos avisan que nos hemos quedado mucho más solos en la defensa de nuestro país. Y aun así, es imposible acordar nada, mira que es más probable que nos matemos entre nosotros que vengan de fuera a hacerlo, ya tenemos experiencia en esto.
El descontento vuelve a las calles en Alemania, en París, en Turquía, en Serbia, el ala izquierdista de los demócratas norteamericanos reúne 34.000 personas en Denver. Las calles se calientan como respuesta a tanta arbitrariedad e ilegalidad. La corriente llegará sin duda a nuestro país, porque la globalización también es la de la protesta, y está bien salir a la calle, pero todos sabemos que los problemas no se arreglan con pancartas y cantando eslóganes, aunque eso sí, desahoga mucho.
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