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Opinión | Colaboración

La carnaza

Desde que se inventó el mando a distancia ya no tenemos excusa. Vemos lo que queremos y si nos desagrada un contenido, solo tenemos que apretar un botón y pasar a otra cosa. No hay por qué recrearse en las desgracias ni analizar cada detalle macabro ni escuchar a quien no merece ser escuchado. No, no tenemos excusa. La responsabilidad no es de los medios de comunicación, sino nuestra. Ellos se limitan a ofrecer lo que convoca más audiencia. Solo debemos dejar de verlo para que se cambien las tornas. Claro que es fácil adormecerse y dejarse seducir por los cantos de sirena de tanto experto o testigo deseoso de que le pongan una cámara delante, pero un poco de resistencia nunca viene mal y además, es sano. Porque no falla. Cada vez que nos golpea una tragedia, también se nos muestran sus miserias, errores y entresijos. No es nuevo, sigue pasando ahora mismo con el tratamiento informativo del asesinato de Belén en el piso tutelado donde trabajaba. Por si no fuera suficientemente horrible, los medios se revuelcan en el fango y nos muestran la cara más desagradable.

Después del crimen, es fácil señalar a los culpables, pero no reflexionar sobre cómo ha podido pasar o de qué manera se podría haber evitado. Pensar cansa más que sentarse delante de las noticias a que nos ofrezcan la información triturada y a veces, hasta digerida. Por supuesto, aunque la responsabilidad sea nuestra, los medios de comunicación no son ingenuos. Nos dan lo que queremos sí, pero en la dirección que ellos eligen. Por eso la culpa del crimen recae unas veces en la madre de uno de los presuntos asesinos, y otras, en la administración, y a veces la solución es disminuir la edad penal y así hasta el infinito. Lo importante queda diluido: el asesinato de Belén, su enorme pérdida, el miedo de los trabajadores, el fracaso del sistema entero, el error de privatizar los servicios sociales... Lo que importa es el morbo, el anzuelo, cómo mantener a la audiencia pegada a la pantalla. Puede que vivamos en un río revuelto para ganancia de pescadores, pero también podemos elegir no consumir la carnaza que nos ofrecen para atraparnos. Ante este crimen, hay que respetar el dolor de la familia y sus compañeros y buscar soluciones para que no vuelva a pasar nunca y sobre todo no dejarse enredar en una red de informaciones falsas o manipuladas que solo busca sacar beneficio. Belén supone el fracaso de una sociedad entera que prefiere mirar la tele o a otro lado que abrir los ojos, esquivar el cebo y nadar contracorriente, tan difícil como respirar fuera del agua.

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