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Opinión | Eutanasia

Prisionera de la vida

La muerte de un hijo. No hay nada peor. Cualquier madre o padre se siente incapaz de afrontar ese dolor insoportable. El desconsuelo se antoja aún más hondo si el motivo del fallecimiento es un suicidio. Entonces, el duelo deviene un pozo sin fondo. Una oquedad que no deja de poblarse de interrogantes, garfios incrustados en la piel: ¿podía haber hecho algo para salvarlo? Vaya por delante, pues, la comprensión hacia aquellos padres que se agarran a la vida de sus hijos, que se niegan a aceptar su partida, que remueven cielo y tierra para mantenerlos juntos a ellos. Pero ese dolor no es un salvoconducto para la imposición.

Noelia es una mujer de 24 años que quiere acabar con su vida. En 2022, uno de sus varios intentos de suicidio le produjo una lesión modular que la dejó parapléjica y con sufrimiento crónico. Los médicos y forenses ratifican que la joven cumple con los requisitos para recibir el derecho a morir dignamente, la Comisión de Garantías de la Generalitat dio su aval en el verano de 2024, pero sus padres quieren evitarlo. Un recurso presentado por la organización ultracatólica Abogados Cristianos (en nombre del progenitor) logró parar in extremis la eutanasia el pasado agosto. Estos días, en la Ciutat de la Justícia de Barcelona, la joven ha ratificado su voluntad. La familia sigue tratando de impedirlo a toda costa, desde llenando su habitación de cruces, rosarios y estampas o por la vía judicial.

Es terrible este caso. Porque sobre el cuerpo de Noelia pende una decisión voluntaria y definitiva, pero también un intento de imposición que nos retrotrae a épocas pretéritas ya superadas. Un pasado donde la capacidad correctiva del padre de familia y la autoridad moral de la Iglesia católica se inmiscuían en la vida privada y, en especial, buscaban el control y el sometimiento de la mujer. Imposible no vincular ese pasado a la intención de los padres de Noelia. Retenerla en contra de su voluntad es hincar nuevos barrotes al dolor de la joven. El amor también es acompañar en el buen morir.

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