Opinión | Tribuna abierta

Fresnos en flor: belleza urbana con un lado oculto

Con la tardía llegada del invierno, algunos árboles han comenzado a florecer, embelleciendo el paisaje. Entre ellos se encuentra el fresno, un árbol de gran porte y hojas caducas que destaca en las arboledas de clima templado del norte peninsular, donde prospera en zonas umbrías. En cambio, en el centro y sur de la península, donde predomina el clima mediterráneo, seco y soleado, el fresno sureño (Fraxinus angustifolia) se encuentra principalmente en los bosques de ribera, conviviendo con especies como el aliso, el álamo, el olmo o el tamujo.

A pesar de que sus flores son pequeñas y poco llamativas, su floración es un espectáculo anual que marca el final de esta estación del año e inicio de la primavera. Estas inflorescencias, unisexuales, aunque a veces se presentan como hermafroditas, surgen antes que las hojas, facilitando la dispersión del polen por el viento y favoreciendo la fecundación cruzada. Sus frutos, de tipo sámara, son secos y poseen alas membranosas que permiten su propagación aérea.

El fresno pertenece a la misma familia botánica que el olivo (Olea europaea), compartiendo parentesco con el aligustre (Ligustrum), el labiérnago (Phillyrea), la lila (Syringa) y diversas especies de jazmín (Jasminum). El labiérnago y el jazmín silvestre (Jasminum fruticans) son arbustos de floración primaveral que forman parte de nuestro paisaje natural. Otras plantas de esta familia forman parte del paisaje urbano y florecen de manera escalonada: el fresno es el primero, que en este momento inicia su floración; seguido del olivo y el fresno de flor (Fraxinus ornus) a mediados de la primavera; mientras que el aligustre, la lila y el jazmín ornamental (Jazminus officinale) lo hacen al final de esta estación o principios del verano.

Sin embargo, más allá de su atractivo ornamental, el fresno y algunos de sus parientes botánicos pueden representar un problema para las personas alérgicas. Aunque no hay evidencias concluyentes sobre la alergenicidad del labiérnago, la lila o el jazmín, el polen del olivo es uno de los principales desencadenantes de alergias primaverales en el Mediterráneo, llegando a estar muy expuestos a este polen en zonas de gran extensión del olivar. Estudios recientes han detectado en el polen del fresno y del aligustre la presencia del mismo alérgeno mayoritario del olivo, lo que sugiere una reactividad cruzada. En particular, el aligustre, un pequeño árbol o arbusto muy común en entornos urbanos, ha despertado preocupación debido a casos de alergia registrados a nivel local, especialmente en personas expuestas a su polen a finales de la primavera, una vez se encuentra finalizando la floración del olivo.

Esto significa que quienes son sensibles al polen del olivo pueden experimentar síntomas alérgicos no solo en la época de floración de este árbol, sino también antes y después, es decir, en invierno o inicios de primavera, debido al fresno común, y a finales de la primavera o inicios del verano, debido al aligustre.

Por ello, en el diseño de espacios verdes urbanos, es crucial considerar no solo la belleza de las especies vegetales, sino también su impacto en la salud pública. Evitar la plantación de especies con polen altamente alergógeno puede contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas alérgicas, sin renunciar a la riqueza estética que ofrecen las especies autóctonas. La planificación urbana debe apostar por una vegetación que embellezca sin comprometer el bienestar de quienes la disfrutan.

*Catedrática de Botánica en la Universidad de Córdoba

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