Opinión | Para ti, para mí

La felicidad de vivir a «contracorriente»

La famosa frase de Albert Camus -«... los hombres mueren y no son felices»- nos la sabemos de memoria. Por eso, la búsqueda de la felicidad es uno de los temas urgentes en la agenda existencial de nuestra vida. Sería una pena que conociéramos mil fórmulas para ser felices y no hubiéramos tenido tiempo de leer despacio la «fórmula de Dios», que Jesucristo nos susurra al oído del corazón en el evangelio de hoy domingo. El texto del evangelista san Lucas está articulado en cuatro «bienaventuranzas» y cuatro «admoniciones» formuladas con la expresión «¡ay de vosotros!». Con estas palabras fuertes e incisivas, Jesús nos abre los ojos, nos hace ver con su mirada, más allá de las apariencias, más allá de la superficie, y nos enseña a discernir las situaciones con la fe. El Señor declara «bienaventurados» a los pobres, a los hambrientos, a los afligidos, a los perseguidos, y «amonesta» a los ricos, saciados, que ríen y son aclamados por la gente. La razón de esta bienaventuranza paradójica radica en el hecho de que Dios está cerca de los que sufren e interviene para liberarlos de su esclavitud. E igualmente, el «¡ay de vosotros!» dirigido a quienes hoy se divierten sirve para «despertarlos» del peligroso engaño del egoísmo y abrirlos a lo «lógica del amor», mientras estén a tiempo de hacerlo. La página del evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre el profundo significado de tener fe, que consiste en fiarnos totalmente del Señor. En palabras del papa Francisco, «se trata de derribar los ídolos mundanos para abrir el corazón al Dios vivo y verdadero porque sólo Él puede dar a nuestra existencia esa plenitud tan deseada y, sin embargo, tan difícil de alcanzar». La cultura dominante que ha ido gestándose a lo largo de décadas, es relativista. Para el relativismo no hay valores absolutos ni puede haber juicios universales, ya que todo está en función de la percepción subjetiva de cada uno y de los intereses de los grandes grupos de poder. El nihilismo crece. En consecuencia, se hacen muy difíciles los compromisos estables y la vivencia de la fe. La vida humana queda desarraigada, sin ningun anclaje divino ni verdad absoluta. La norma suprema del comportamiento llega a través del consenso social positivista y todo queda a merced de los intereses de quienes pueden imponer su voluntad. Los más débiles y pobres quedan excluidos y no son tenidos en cuenta. Los jóvenes experimentan un extraño malestar, pero no saben bien por qué. En esta incertidumbre, el nuevo «imperio digital» que quiere borrar la distinción entre lo verdadero y lo falso, la realidad y la ficción, el bien y el mal, se ofrece como guía que «perfila» nuestro rostro y «calcula» nuestras decisiones. Parece que hay un guión bien trazado con calendario y finalidades tremendas. Emerge, teledirigida, una propuesta neopagana que pretende construir una sociedad nueva para la cual es preciso «de-construir». Así, estamos asistiendo, probablemente con más sentido de «espectadores» que de «actores», a un constructivismo antropológico en las muy extendidas corrientes ideológicas de género y en la aceptación social del aborto y la eutanasia. Ante este panorama, se impone el «nadar contracorriente», con el guión que Jesús nos ofrece en el evangelio de hoy.

La escritora francesa Madeleine Delbrël, en un hermoso poema, recoge el sentido de la existencia, colocándola a contracorriente, desde la orilla de la fe: «Señor, haznos vivir nuestra vida, / no como un juego de ajedrez en el que todo se calcula, / no como un teorema que nos rompe la cabeza, / sino como una fiesta sin fin / donde se renueva el encuentro contigo, / como un baile, / como una danza entre los brazos de tu gracia, / con la música universal del amor». Por eso Jesús abre nuestros ojos a la realidad: «Estamos llamados a la felicidad, a ser bienaventurados». Y lo somos, desde el momento en que nos ponemos de la parte de Dios, de su Reino, de la parte de lo que no es efímero, sino que perdura para la vida eterna. «Cuando estaba más solo, / me completé Contigo».

*Sacerdote y periodista

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