Opinión | El cuerpo en guerra
Las novias del sur
En cuanto que vi que Las novias del Sur (2024) estaba disponible en plataformas, me lancé a por él, porque ya me había quedado sin entradas para su proyección en Madrid. Este corto documental, uno de los favoritos a hacerse con el Goya en su categoría (pero que se quedó con las ganas), muestra las convenciones culturales, esos ritos ancestrales, que han marcado los matrimonios de las generaciones de nuestras abuelas y madres, esas mujeres maduras que por primera vez rompen su silencio y hablan de su experiencia íntima de la sexualidad, de su noche de bodas, del conocimiento que tenían previo al enlace, del devenir de su matrimonio, los roles de pareja en su relación, del cuidado del hogar y de los hijos...
Su estética de antaño, de viejo VHS, marca la tonalidad y crea un fuerte contraste con las entrevistas en presente, con la verdad descarnada y rompedora que la directora Elena López Riera --ya nominada anteriormente al Goya a la Mejor dirección novel por el largometraje El Agua (2022)-- consigue extraer de las participantes. Además, continuamente López Riera lanza distintas preguntas sobre esa cadena de tradiciones madre-hija que ahora ella rompe. Se cuestiona su descastamiento al alejarse de ellas, incluso su imagen, también a la hora de tomar la decisión de no tener hijos. ¿Qué será ahora de esa cadena que queda rota?
El documental sorprende por su poeticidad en el montaje y la fotografía y por la autenticidad de los testimonios, por su tremenda honestidad. Conecto especialmente con él de manera un tanto melancólica, quizás porque yo también necesité buscar respuestas cuando iba a casarme. Me hubiera encantado haber tenido entonces disponible este documental, que te prepara ya para el agreste y complicado mundo del matrimonio.
Como López Riera, yo también albergo ese desarraigo de ser la primera que ha roto la tradición (en mi caso con el divorcio) y que, a su vez, no va a tener una hija que la suceda. Sobre nosotras, el peso de saber que tras de sí sólo dejaremos ausencia. Ese blanco del vestido que inunda la pantalla, hace acongojarse nuestro pecho. ¿Hemos tomado las decisiones correctas? ¿Qué es «lo correcto»? ¿Nos estaremos perdiendo algo esencial? O es que nos falta fortaleza para empoderarnos en nuestras decisiones porque somos las primeras que rompen de una manera u otra la cadena, sin importar la percepción de los demás. ¿Somos acaso las no novias bastardas? Quizás simplemente tenemos que apropiarnos de ese blanco, hacerlo nuestro, resignificarlo como el blanco de nuestra propia libertad.
*Escritora
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