Opinión | Medio ambiente

Ecología para imbéciles

Mientras hace unos días usted y yo bajábamos como buenos y esforzados ciudadanos a tirar nuestro brik de leche al contenedor amarillo, el banco de inversión más importante del mundo, BlackRock, anunciaba que salía, así por las buenas, del acuerdo Net Zero, algo así como una especie de alianza bancaria para proteger las cero emisiones, una iniciativa de la ONU para combatir el cambio climático de cuando el mundo todavía no había implosionado. Tras el anuncio de BlackRock, presentaron igualmente su dimisión ecológica Bank of America, Goldman Sachs o JPMorgan, y algunos de sus portavoces han admitido que abandonan la agenda 2030 por las «presiones» de la nueva Administración norteamericana. Lo alucinante no es que los bancos más poderosos del mundo admitan que les importa un comino el cambio climático (ya suponíamos que en cualquier caso su militancia anterior era simplemente una cuestión de postureo), sino que se retiren de una agenda que teóricamente era global, acordada y presuntamente vinculante sin ningún castigo ni ninguna consecuencia para sus intereses.

Ah, ¿o sea que el compromiso con la sostenibilidad era simplemente voluntario? ¿El apocalipsis climático era solo circunstancial y dependía de un vulgar cambio de gobierno en un país del mundo? Si BlackRock y compañía abandonan de la noche a la mañana su postureo ambientalista, ¿de qué sirven entonces todas estas cumbres sobre el cambio climático en las que se pierden inútilmente toneladas de recursos y de tiempo para poner de acuerdo a decenas de países en cumplir unos compromisos que luego nadie controla? Ya hace tiempo que sospechamos que la agenda 2030 se va a posponer indefinidamente, que los coches de gasolina no van a ser sustituidos por los eléctricos hasta que no quede ni una gota de petróleo y que ningún gobierno tiene la fuerza suficiente para regular o limitar las contaminaciones de las grandes empresas.

El gran capital ha conseguido imponer la idea macabra de que las grandes catástrofes como la dana o los incendios de California son meros accidentes meteorológicos inevitables, que nada tienen que ver con el cambio climático, que a fin de cuentas es otro invento woke. Nos guste o no, el capitalismo siempre gana a la ideología, y el show must go on de la economía es tan poderoso que se impone incluso a las verdades científicas. Miren a Trump y a los trumpistas: si una verdad molesta, pasa a ser mentira, y listos. Corren malos tiempos para la lírica en general y para la ecológica en particular: este domingo, sin ir más lejos, los suizos (¡los suizos!) votaron en referéndum masivamente en contra de una propuesta que buscaba limitar el consumo de energía en función de su impacto medioambiental. En este sálvese quien pueda, eso sí, esperemos que a partir de ahora ya ningún gobierno tenga la desvergüenza de lamentarse de ningún tsunami, inundación, incendio o cualquier otra tragedia natural. Haberlo pensado antes, queridos. Antes de apagar la luz, los esforzados ciudadanos agradecemos que retiren por favor todos estos contenedores de colores de las esquinas y volvamos al sistema de siempre de meter toda la mierda en un solo recipiente, así nos ahorraremos esfuerzos inútiles. Y así descansaremos por fin los imbéciles que hemos dedicado media vida a separar, guardar y transportar incontables envases. Los ciudadanos estamos cansados de blanquear la inacción de los de arriba.

*Editor y periodista

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