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La basura personal

El estilo de vida escrutada ha desarrollado nuevos temores

En la última actuación de Navidad, en el colegio de mi hija, me llamó la atención la discreta conducta de dos padres, dos filas más adelante, que mantenían una conversación entre ellos mientras se cubrían la boca con las manos. Volví a ver ese gesto hace una semana, entre un hombre y una mujer, en esta ocasión en la barra de una cafetería bastante llena de gente. ¿Me habría gustado saber qué se decían unos a otros, qué les exigía tanto secretismo? Psst. Vagamente, creo. No tengo que hacer demasiados esfuerzos para no meter la nariz donde no me llaman. Pero da igual qué confidencias intercambiaban entre sí. Me intrigó mucho más el celo que ponían en levantar un muro de seguridad entre sus palabras y la atención ajena. La nueva exposición al mundo, el estilo de vida escrutada, ha desarrollado también nuevos temores, como el de pagar un precio por pensar o manifestarte de cierta manera.

Nunca tuvimos que hacer tantos esfuerzos por delimitar la vida interior de la exterior. Lo que nos atraviesa la cabeza puntualmente, lo que fantaseamos, especulamos, cuchicheamos, deliberamos, la apreciación, en fin, que nos merecen decenas de asuntos, rara vez se manifiesta ya natural, cándida, efusiva, impertérritamente. Primero te sometes a exhaustivo control de daños, durante el que te cuestionas si estás seguro de lo que vas a manifestar, si se volverá en tu contra, si puede retorcerse de tal forma que te arrepientas. Lejos quedaron los tiempos en los que, en general, nadie estaba pendiente de ti, y lo que decías se consumía, como una hoja de papel al arder, en el momento mismo que se pronunciaba. El sonido no se extingue con la pronunciación. Se somete a un eco eterno. Pero ya no basta extremar la vigilancia de tus ideas en el camino de la esfera privada a la pública. Eso atañe a tu vida presente. Ahora el pasado está también en revisión. En cierto modo, está pasando continuamente, como un inopinado gerundio. Lo que hiciste hace tiempo, y que quizás no recuerdas, la basura personal que habías dejado atrás, con la que cargabas íntimamente, las pieles que mudaste, las ideas de las que tal vez te alejaste, pueden, de pronto, ingresar al presente. Con el consiguiente pánico.

*Escritor

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