Opinión | Calma aparente

La nada útil

El cansancio se reinventa. Se cree uno que lo conoce de sobra y, de pronto, encuentra nuevos matices. Se mezclan normalmente la fragilidad y la melancolía, aunque no siempre en las mismas dosis. A veces, además, incluye otros ingredientes, como la nostalgia o la incertidumbre. Salí del trabajo con toda la tarde por delante pero extenuado. Dejé las cosas y me quedé junto a la ventana, como una anciana de pueblo. Quizá había alguien igual que yo en algún edificio de enfrente, pero miraba sin mirar. No sabía si hacer algo o limitarme a existir. Al final, el periodismo me sacó de casa. Por un lado, recordé la noticia de la apertura de una cafetería en el Vial, lo cual me dio la idea de merendar, que es un buen comodín ante la indecisión; por otro lado, leí que el álbum Blood on the Tracks, de Bob Dylan, había cumplido cincuenta años, y me apeteció escucharlo dando un paseo. El periodismo, por tanto, me salvó del vacío; aun así, todavía hay quienes dudan de su utilidad.

El cielo amenazaba con lluvia. Me metí en mi papel: envuelto en la tristeza, que no triste. La primera canción del disco tiene un buen ritmo para empezar a caminar. Me trasladó a las historias de viajeros sin apenas equipaje que se suben a trenes en marcha. El Vial ya no separa la ciudad, ya no tenemos vecinos al otro lado de las vías. Un simple giro del destino es la segunda canción. A veces volvemos a escuchar alguna melodía después de mucho tiempo y esta altera nuestro estado de ánimo súbita, mágicamente. Llegué a la tercera canción, la de tú eres una chica mayor ya, y eché en falta que las nubes se dorasen. Un crítico de cine holgazán y cursi diría que mis pasos cobraron tintes crepusculares.

Un ventanal ocupaba casi toda la fachada de la cafetería. Habían optado, cándidamente, por unas lámparas versallescas y por un nombre cerrado con un apóstrofe y una ese. Las sillas eran muy cómodas, de terciopelo azul, a juego con las paredes. Mezclar neones y repostería me parece una profanación, pero ese es otro tema. La galleta, el croissant y el café estaban muy buenos.Me habría quedado un rato allí, pero había gente esperando a mi alrededor, lanzando miradas apremiantes, y los camareros no daban abasto, así que me sentí mal por ocupar una mesa. Se estará bien después de la agitación del estreno.

Antes de salir, llamó mi atención una señora, que bajó el primer escalón de la entrada con dificultad. Le ayudé a bajar el segundo, y me dijo que no lo había visto, que podría haberse matado. Aun así, todavía hay quien duda de la utilidad de los columnistas.

*Escritor

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