Opinión | Escenario
Cántico
Desde la muerte de Pablo García Baena, el 14 de enero de 2018, la Real Academia de Córdoba acordó dedicar una sesión, ese día o el más próximo posible, a conmemorar la memoria de los miembros del Grupo Cántico, al que el poeta perteneció. La de este año se celebró el pasado martes, 21, y en ella intervinieron, coordinados por Manuel Gahete Jurado, los académicos Alfredo Asensi, que puso voz, imagen y música a poemas «De cántico a Cántico», José Mª de la Torre García, con interesantes aportaciones sobre «Ricardo Molina: cartas a Miguel Molina Campuzano», Miguel Carlos Clementson Lope, con «Las vidrieras de la iglesia del Monasterio de la Visitación de Santa María de Córdoba», una feliz orquestación entre la pintura de Miguel del Moral y la arquitectura de La Hoz, y la que esto escribe, con «Festivales de Primavera».
Este título corresponde a los recitales de poesía que tenían lugar en el Aula de Declamación, que en los últimos años 60 y primeros 70 del siglo XX, quedó ubicada en la segunda planta del edificio situado en el nº1 de la calle Ángel de Saavedra, el Conservatorio de Música, que hoy lleva el nombre de su insigne alumno Rafael Orozco y que entonces llevaba el nombre de su fundador, el compositor Cipriano Martínez Rücker; porque la Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba, hoy en la calle Blanco Belmonte, es la lógica evolución y actualización de aquella Aula, que estaba dotada de un pequeño escenario, donde los alumnos y alumnas de entonces, bajo la dirección de Miguel Salcedo Hierro, realizábamos nuestras prácticas de interpretación.
El gran ventanal que constituía el fondo del escenario, daba -y da, aunque dedicada a música- a la calle Juan de Mena, poeta cordobés prerrenacentista que, aunque murió y está enterrado en la villa madrileña de Torrelaguna, siempre se sintió cordobés, como manifiesta en su Laberinto de Fortuna: «¡O flor de saber e de cavallería!/ Córdoba madre, tu fijo perdona/ si en los cantares que agora pregona/ non divulgare tu sabiduría;/ de sabios valientes loarte podría/ que fueron espejo muy maravilloso:/ por ser de ti misma, seré sospechoso;/ dirán que los pinto mejor que devía... Una bella coincidencia que la ventana del Aula de Declamación diera a la calle de un poeta. En este pequeño recinto, que no excedería los 40 metros cuadrados, se dieron aquellos recitales de primavera, abiertos al público. Dichos recitales iban dedicados preferentemente a poetas cordobeses y, naturalmente, por allí pasaron los del Grupo Cántico: los recitadores, agradecidos; y los poetas, que asistían encantados, disfrutaban de oír sus versos en aquellas voces jóvenes.
*Académica
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