Opinión | Mujeres

Zuckerberg, emperador

Mark Zuckerberg es feliz cuando queda con sus amigos para zurrarse. Dice que esa es una de las experiencias más positivas de su vida. Al controvertido fundador de Facebook, ahora presidente del conglomerado tecnológico Meta e, indiscutiblemente, uno de los hombres más poderosos de este siglo XXI, le parece que el mundo está falto de energía masculina. La masculinidad para él consiste en pegarse con los amigotes, en ser más agresivo en las relaciones sociales y, cómo no, en las laborales. En dominar, él, y en evitar, quien pueda permitírselo, ser dominado. De eso va la masculinidad, tal y como él la entiende.

Le parece poco violento el mundo contemporáneo, cree que no hay suficientes guerras, abusos de poder, que a la gente le convendría afilarse las uñas y arañar, que «un poco más» de violencia nos haría mejores.

Zuckerberg le contó todo esto a Rogan, un ‘podcaster’ ultraconservador que tiene entre sus mayores fans al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Él no ha querido quedarse atrás: si hay que ir de machote, no va a ser menos que Elon Musk o que Jeff Bezos, desde luego.

Más que como un hombre, Mark Zuckerberg se comporta últimamente como un adolescente. No tendría nada de malo si no acumulase tanto poder. Impulsivo y con escasa reflexión en sus declaraciones, muy preocupado por su aspecto, con una dieta cuidadosamente planificada y entrenamientos intensivos, cada vez más obsesionado por la cultura clásica, el Imperio Romano y admirador, sobre todas las cosas, de Augusto. Del primer emperador romano podrían inspirarle cosas mejores que sus hazañas bélicas: la ‘pax’ romana, las grandes obras públicas, que mejoraron la vida de sus gobernados, las monumentales obras de arte que embellecieron sus días y las ideas de los grandes pensadores que florecieron bajo su apogeo.

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