Opinión | Tormenta de verano
Sintiendo Andalucía
Cuando la noticia del día a nivel mundial se encontraba en la toma de posesión y los decretos del nuevo inquilino de la Casa Blanca asistimos, en el marco del 125 aniversario fundacional de El Correo de Andalucía, al acto conducido por su directora, Isabel Morillo, con el encuentro de la astrofísica Casiana Muñoz y el editor de Almuzara y escritor Manuel Pimentel titulado «Sintiendo Andalucía», en un maridaje de ciencia y cultura.
Contrapunto perfecto a ese «Blue Monday» o día de la tristeza, era este análisis introspectivo sobre las capacidades y potencialidades que atesoramos. Andalucía está de moda venciendo los estereotipos ancestrales, va creciendo económicamente, también en turistas que quieren pasar por aquí, y en población que viene a quedarse aun cuando muchos territorios retroceden. Crecimiento, ya por aprovechar los defectos ajenos como las medidas erráticas en política y economía del País Vasco y Cataluña, ya sea por las virtudes propias, que tenemos muchas. Hay como dos vectores que marcan nuestra idiosincrasia, el capital simbólico y la realidad física que determinan nuestras posibilidades. Esta última, no sólo favorece la integración del cielo con el suelo, como recurso y patrimonio de los starlight que ya existen. Sino que coloca nuestra tierra en una ubicación privilegiada para las comunicaciones como lo acreditan los más de 100 trenes de alta velocidad que pasan diariamente, o por tener la vega privilegiada del «Río Grande» que marca la fuerza del sector agroindustrial andaluz, que ya desde la época del Imperio Romano apreciaba nuestra producción de minerales, cobre y aceites, mucho más rica incluso que el valle del Po en Italia, y que podría ser la California del Mediterráneo si quisiéramos.
Pero además poseemos un valor intangible que se necesita en la sociedad actual de las pantallas móviles y el distanciamiento social. Córdoba es la ciudad serena, lejos del estrés de las grandes urbes, donde se aprecia el contacto social, las celebraciones, los patios, vivir y convivir durante toda la historia con todos los pueblos y civilizaciones que anduvieron por aquí. La única ciudad que ante 1.500 millones de musulmanes citara el presidente Barack Obama en 2009 en su discurso de la Universidad de El Cairo. Referente mundial que se nutre de talentos como Séneca y figuras universales como Osio, Maimónides o Averroes por citar uno de cada una de las grandes religiones monoteístas. Tierra de perfil iconoclasta, que se reinventa sin patrones en miles de tradiciones y vivencias que no se aprecian por pantallas ni se disfrutan por ningún avatar, sino que exigen la integración, frente a ese discurso de la exclusión que algunos predican. Y así, convertimos una mañana lluviosa en un día soleado de ideas, un blue Monday de tristezas en una estepa de esperanzas, y el día de los identitarios y los proteccionistas frente a «la guerra a los invasores» en una reivindicación de la convivencia por la que nos reconoce el mundo. Tenemos razones para el liderazgo, nada menos. Toca creérselo y ponerlo en valor.
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