Opinión | La cafetera de Aspasia

La verbena

En 1927 la pintora gallega Maruja Mallo realizó una de sus obras más ‘irónico-críticas’ socialmente hablando, y lo hizo sin renunciar a dos aspectos muy típicos de nuestra sociedad: la fiesta, y el humor. Así, la joven creadora pintó La verbena.

Este cuadro anticipó una época más oscura en su producción de los años treinta, la de sus cloacas y campanarios, conforme se podía intuir el acercamiento de un conflicto nacional como fue la guerra civil española, posiblemente el mayor error de nuestra historia como nación. Ella era amiga habitual de salidas y ‘juerguecillas’ juveniles de Lorca, Dalí o Buñuel (estudiantes en la Residencia de Estudiantes), amiga del señor embajador Neruda e, incluso, salió varios años con Alberti; fugaz (y apasionadamente) lo hizo también con Miguel Hernández.

En la actualidad La verbena es una obra que forma parte de la colección permanente del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, se expone en la Sala 203.02 dedicada a las mujeres en la vanguardia. En ella se puede ver a jóvenes marineros, chicas de fiesta, frutas, guitarras, monigotes, cabezones, un señor de la Guardia Civil, mesas de bares, chicas danzando, el mundo de la barraca, algún fraile, flores, diversos juegos de feria, etcétera.

En estas semanas, de puro circo político, judicial, social y mediático me pregunto cómo pintaría la gran Mallo una verbena. Verbena 2025 sería un tóxico compendio de personajes, personajillos, monstruos y trápalas, sin duda. En él se pasearían, probablemente, fiscales imputados, políticos con amigos que pagan pisos de sus novias, presidentes de comunidad que no saben cómo resolver una tragedia llegándole el barro hasta las orejas, presidentes de países proponiendo leyes que imposibilitan juzgar a su familia al intentar anular la acusación popular, los saldos políticos en forma de leyes de vivienda, políticos ‘feministas’ imputados por acoso sexual, nacionalistas radicales decidiendo cómo repartir los impuestos de todos, leyes de amnistía a medida... A Maruja Mallo, el panorama le daría para una serie de verbenas, como poco. Que, si ya mirase, además, para el exterior le daba para una serie con estética gótico-terrorífica: podría añadir a un presidente de EEUU condenado y desquiciado, junto a un dueño de medio planeta virtual a través de redes sociales ejerciendo como responsable de un «departamento de eficiencia».

Y para colmo de los colmos... en nuestras tierras, el fantasma de Franco asomando por una esquina de nuestro país.

Éramos pocos, y parió el abuelo.

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