Opinión | Tribuna abierta

Patria

«Yo pá que quiero la patria que sale en los libros, si en los libros de la patria no sale mi barrio». De esta manera, tan suya, el poeta gaditano Juan Carlos Aragón proclamaba por el año 2002 su identificación patriótica con el núcleo urbano menor: el barrio. Y por más que lo pienso, no me sale más que compartir su sentimiento. Al igual que él, no desvelaré su nombre, porque lo único que importa es que es el mío. No hay mejor patria que mi barrio, porque ¿qué puedo necesitar que no pueda encontrar en mi barrio?

En mi barrio no manda nadie porque manda todo el mundo y, si acaso, la jefatura del barrio la ocuparán los viejos del lugar, por la sabiduría que dan los años. Mi barrio colinda con otros semejantes, que también son barrios, pero que nunca serán el mío. Las fronteras de mi barrio son cuatro esquinas que solo el bravío adolescente me empujó a traspasar. Igualmente, desde niño, ha sido fácil reconocer al ajeno a mi barrio y señalarlo como forastero e incluso como posible invasor. No se nos llena la boca hablando de unidad ni colgamos banderas en los balcones, ya que, aunque existen tensiones internas entre los vecinos de las distintas calles de mi barrio, ningún conflicto territorial nos hace olvidar el principio de igualdad. Hay tantas canchas de fútbol en mi barrio que hasta podría ser sede de un Mundial. En la cola del puesto de frutas y verduras de mi barrio hay un telediario cada mañana. Tiene un olor mi barrio a castañas cuando los días se hacen más cortos y niños manchados de helado cuando el calor nos invita a dejar vacías sus calles. Las calles de mi barrio son tan especiales que tienen letreros con nombres de escritoras y toreros. Mi barrio tiene una plaza, de otra manera, estaría inacabado. Mi barrio tiene emigrantes que sueñan con volver. Las amistades más sinceras me las dio la escuela de mi barrio, el mejor lugar donde puede surgir la camaradería. Hay un bar en mi barrio donde siempre puedes encontrarte con alguno de estos amigos. Mi barrio tiene un rincón del beso, que sorprendentemente no necesita de ningún azulejo que lo señale para que el que pase por allí cuelgue una foto en redes, mas cuyos cosquilleos pasados aun revolotean dentro de mí con inevitable nostalgia. Mi barrio tiene como héroe nacional al hijo de la vecina del tercero.

Este es mi barrio. Usted tiene su barrio, yo tengo el mío. Cada uno con una identidad propia, pese a que en estos tiempos que corren vemos como hay barrios que pierden su activo más valioso: su gente. Así, por más que de aquí me vaya, nunca me terminaré de ir. Hablen y proclamen patrias exageradamente grandes si así lo desean, yo me quedo con mi barrio, aunque no salga en ningún libro.

*Profesor de Derecho Constitucional

Tracking Pixel Contents