Opinión | La vida por escrito

2025

Este año promete ser el compendio de nuestros anhelos y miedos, como si todos los guionistas de ciencia ficción se hubieran puesto de acuerdo en darle un toque dramático. Con el calendario avanzando inexorablemente, parece que el mundo se encuentra atrapado entre una serie de eventos potencialmente catastróficos y avances que podrían cambiar el juego para siempre. Y España, por supuesto, no es ajena a estos movimientos de vértigo.

Las tensiones políticas en la esfera internacional siguen recordándonos que el mundo no es precisamente un lugar tranquilo. La victoria de Trump en Estados Unidos promete un espectáculo digno de un ‘reality show’. Si hacemos caso a sus promesas y amenazas, podríamos ver desde un renacer diplomático hasta un ‘Armagedón’ comercial con China y medio mundo. Mientras tanto, Rusia y Ucrania continúan jugando su versión macabra del ‘risk’, mientras Europa, dividida entre la solidaridad y el miedo, intenta no desmoronarse.

En España, la situación tampoco es un remanso de paz y estabilidad. Entre autonomías exigiendo más competencias y una polarización política que hace que el Congreso parezca un ring de lucha libre, uno ya no sabe si llorar o reír. Por no mencionar la economía, donde la baja productividad y el paro, y una deuda creciente, siguen ahí presentes y amenazantes, mientras el Gobierno asegura que «todo está controlado».

Pero no todo es malo, porque 2025 puede ser el año en que la ciencia nos sorprenda con algo que no sea otro virus mutante. Los avances en inteligencia artificial prometen revolucionar la forma en que trabajamos, nos comunicamos y, por qué no, discutimos en redes sociales. Con chatbots cada vez más sofisticados (y quizá menos sarcásticos que este artículo), el futuro podría ser mucho más automatizado. Eso sí, esperemos que las máquinas no decidan que somos prescindibles en el proceso.

En el campo de la medicina, hay razones para ser optimistas. La inmunoterapia contra el cáncer está alcanzando hitos impresionantes, y podría ser el año en que finalmente se consiga una cura funcional para algunas formas de esta enfermedad. Por otro lado, la investigación en terapias génicas promete extender nuestra esperanza de vida (aunque quizá solo podamos permitírnoslo si nos sobra el dinero, claro). Ejemplos emocionantes incluyen tratamientos para enfermedades genéticas como la distrofia muscular de Duchenne o la fibrosis quística, donde las terapias génicas podrían reparar o reemplazar genes defectuosos. También hay avances en la regeneración de tejidos y órganos mediante la edición genética, lo que podría revolucionar los trasplantes y las lesiones graves. Finalmente, investigaciones para combatir enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer mediante terapias génicas están mostrando un progreso prometedor.

En cuanto a la exploración espacial, Elon Musk y sus amigos prometen llevarnos a la Luna y a Marte, o al menos a un paso más cerca. Aunque, con la situación actual en la Tierra, uno se pregunta si queremos realmente exportar nuestro caos al espacio. Mientras tanto, la investigación en energía de fusión podría estar a punto de ofrecer una solución a nuestras crisis energéticas.

El gran dilema de 2025 es que podría ser tanto el preludio de un mundo mejor como el comienzo de una distopía digna de Netflix. ¿Encontraremos soluciones a los problemas que nos acechan o simplemente los maquillaremos mientras aceleramos hacia el siguiente desastre?

Por ahora, solo podemos esperar y prepararnos para cualquier cosa. Después de todo, si algo nos ha enseñado la historia reciente, es que la realidad siempre puede su-perar a la ficción. Y no necesariamente para bien. Confiemos en un 2025 lleno de sorpresas, de esas que al menos nos den algo de qué reír. Aunque sea humor negro.

*Profesor de la UCO

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