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La cita de Manolo
Los que tienen la pensión en otro banco están peor. Esos ya no tienen ni cartilla. Mariano el de la mercería sin ir más lejos. A Mariano el de la mercería le dijeron en su banco que ya no daban más cartillas, que podía mirar los movimientos de su cuenta por la aplicación, no se preocupe, yo se la instalo en el móvil, faltaría más. Eso le dijo a Mariano el de la mercería la señorita, una señorita muy agradable que le dio un almanaque de pared. A Paco Salmoral, lo mismo en su banco, que se acabaron las cartillas, solo que a él no lo atendió una señorita, sino un tío sieso que le dijo que no podía pararse a instalarle nada en el móvil porque tenía mucho lío.
Manolo sigue teniendo su cartilla. Se maneja bastante bien con el móvil, sobre todo desde que fue a un taller y le enseñaron despacito lo que su nieta le explicaba demasiado rápido, el índice juvenil deslizándose vertiginosamente por la pantalla, mira, abuelo, le das aquí, aquí, aquí, luego aquí y ya lo tienes. Ahora bien, para lo del banco, él prefiere la cartilla, ni punto de comparación. Le gusta insertar la libreta con cuidado en la ranura de la máquina de actualizar y ver el registro palpable de cada operación, cada uno de los trámites de los que solía ocuparse su mujer que en paz descanse, el pago de la comunidad, el cargo del gas que no quiere domiciliar, la retirada de efectivo cuando llega la paga. Su hijo también le tiene dicho lo de la aplicación, así te evitas colas, papá, y que tiene que acostumbrarse al cajero, ya viste que era superfácil. Pero Manolo no quiere cuentas con el cajero. Cómo va a ser igual una máquina en la misma calle que una persona que cuenta el dinero delante de ti dentro de la oficina. Lo malo es que en su banco, aunque siguen dando cartillas, las colas son desesperantes. Caja solo martes y viernes. Pago de comunidades solamente la primera semana del mes. Solo una persona atendiendo. Y claro, mucha gente siempre. Una vergüenza. Aburrir al personal. Eso es lo que quieren los de arriba, aburrir al personal.
Por eso, cuando lo llaman de la sucursal por lo de la lotería de la Peña (un décimo del tercer premio, 50.000 euros que ya ha cobrado en otro banco) y le ofrecen «un productazo» (se viene usted por aquí mañana y lo averiguamos en un momento, pero tiene que ser mañana), Manolo lo tiene claro y se permite un lujo que sin duda su mujer le hubiera recriminado, Manolo, no te pongas flamenco, el humilde desquite que le pide el cuerpo : «Uy, qué va. Mañana no puedo. Eso tiene que ser un viernes. Un viernes de primeros de mes. Ya si ello me llaman y les doy cita».
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