Opinión | Para ti, para mí

"Ya vienen los Reyes Magos..."

Así lo cantamos en uno de los villancicos navideños: «Ya vienen los Reyes Magos, ya vienen los Reyes Magos al nidito de Belén...». Esta noche, las cabalgatas multicolores recorriendo pueblos y ciudades, caravanas de ilusión con firmamentos de luces y de estrellas, nos invitan a contemplar la belleza de los regalos, tan unida a nuestra infancia. El evangelista Mateo nos ofrece el relato con toda sencillez: Habiendo nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su Estrella y venimos a adorarlo». Mañana, la liturgia de la Iglesia celebra la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación de Jesús a todas las gentes, una luz que brilla para todos. La Estrella que guió a los Magos a Belén es el símbolo de esta luz que resplandece en el mundo y quiere iluminar la vida de la humanidad. «Los Magos, dice el evangelio, vieron salir su Estrella y la siguieron» (Mateo 2,2). Los Magos son símbolo del hombre que busca, como buscamos nosotros, porque nos negamos a que nuestra existencia se reduzca a la continua rutina del día a día, porque experimentamos que los regalos materiales, -los de hoy y nuestras aspiraciones a lo largo del año- no son capaces de llenar el gran vacío que existe en el corazón del hombre. Y aquellos buenos magos se pusieron en camino; dejaron la comodidad de su Oriente para buscar una estrella que pudiese dar luz y marcar su camino en la vida. Y la buscaron y la siguieron con pertinacia, sin desanimarse porque se ocultase, ni porque no se encontrase en Jerusalén; sin desalentarse por la frialdad de Herodes y de los que debían de conocer el lugar del recién nacido. Hasta que, finalmente, con una inmensa alegría, vieron que la bendita estrella se detenía y allí, junto a María, -siempre junto a María, Santa María del «estar junto a»- donde estaba aquel pobre niño, que era Emmanuel. En los Magos de Oriente apreciamos a los seres humanos de buena voluntad que buscan honestamente la verdad y la vida. Auscultan la realidad para descubrir en ella los signos de la presencia que colma la existencia. Los Magos son buscadores animados por un deseo de plenitud. El papa Francisco nos invita a que sigamos el ejemplo de los Reyes Magos, a los que el Evangelio describe siempre en movimiento. «Quien quiere encontrar la luz, en efecto, sale de sí mismo y busca, no se queda encerrado, quieto, mirando lo que pasa a su alrededor, sino que pone en juego su propia vida y sale de sí mismo. La vida cristiana es un camino continuo hecho de esperanza, de búsqueda, un camino que, como el de los Reyes Magos, no se detiene ni siquiera cuando la estrella desaparece momentáneamente de nuestra vista. Este camino, subraya el Papa, presenta peligros que hay que evitar: los chismes que nos cierran el paso, los caprichos egoístas y el pesimismo que nubla la esperanza».

Los Reyes Magos encontraron al Niño y «cayendo de rodillas le adoraron» (Mateo 2,11). No se limitaron a mirarlo, no rezaron por compromiso y se fueron, sino que lo adoraron, entraron en una comunión personal de amor con Jesús. Después le ofrecieron oro, incienso y mirra, es decir, sus bienes más preciados. El papa Francisco nos sugiere que aprendamos de los Magos a no dedicar a Jesús los ratos perdidos y alguna oración de vez en cuando, porque así no tendremos su luz. «Como los Magos, nos dice Francisco, pongámonos en camino, vistámonos de luz siguiendo la estrella de Jesús y adoremos al Señor con todo nuestro ser». El poeta José Domenchina, en uno de sus poemas, nos habla de la Navidad que no se acaba, con este bellísimo verso: «Dios está siempre contigo / y al alcance de tus ojos».

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents