Opinión | Tormenta de verano
Regalos de año nuevo
No sé si eres más de Papá Noel o de los Reyes Magos de Oriente. Yo les confieso que pesa más en mí el vértigo del año nuevo que se inicia que la desazón por encontrar el mejor regalo, algo que concita los afanes y esfuerzos de media población errante por la vía pública entre bolsas y establecimientos de grandes rebajas y estrategias comerciales. Sinceramente, en nuestro lado del mundo vivimos con más de lo que necesitamos, y hemos acumulado tantos enseres que no utilizamos que carece de sentido para mí el chisme de última generación o la prenda de última moda. Mi lista de regalos se centra más en lo que le pido al año nuevo y cómo me gustaría afrontarlo. Desde luego, con salud y lo que implica para mantenerla, aunque haya que asumir pequeños esfuerzos personales, pues la misma muchas veces es el fruto de cuidados y estilos de vida.
Un regalo que le pido al año nuevo, como el ciego Bartimeo al borde de tantos caminos en los que me encuentro, es que «vea» con pleno sentido y conocimiento todo lo que ocurre a mi alrededor, que sepa estar alerta para descubrir la verdad de los aconteceres propios y ajenos, que mantenga viva la inquietud por conocer para que no se me escapen las personas que se cruzan en mi camino con sus latidos, logros o preocupaciones para que no me manipulen con mensajes confusos y estereotipos falsos para que sea consciente de mis propias luces y sombras. Otro regalo que nos deseamos todos en estas fechas es la felicidad. Y cuando hablamos de ésta, no sé si referirme a la que se describe como un derecho en las primeras declaraciones y constituciones, o como un estado de exaltación y adrenalina que es más fugaz que otra cosa, o ligada a la sabiduría, la virtud y la moderación conforme al estoicismo de Séneca. Desde la serenidad que ofrece el paso de los años voy comprendiendo mejor aquella definición de Antonio Gala de que la felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante.
También me parece notorio para estos doce meses que estrenamos saber vivir con esperanza, no de cualquier manera. Nos caen malas noticias por doquier que nos abruman, contrariedades que salpican nuestra realidad frágil y vulnerable. El consumo de ansiolíticos y antidepresivos aumenta más que el PIB cada año. No quiero comenzar cada semana ni mes sobreviviendo entre tanta impostura. Lidero mi metro cuadrado, soy yo el que decide cada minuto con qué actitud afrontar las circunstancias que surgen a mi paso, ponerse en camino, y sé que puedo hacerlo viendo el lado medio lleno del vaso, dando gracias por todas las bendiciones que la vida me ofrece, por todas las posibilidades y capacidades de que dispongo.
El camino importante que tenemos que recorrer cada día transita apenas dos palmos, entre nuestro corazón y nuestra cabeza. Ante las imágenes de tantas guerras absurdas o los náufragos de tantas tragedias, pienso en los señuelos que nos despistan y tantos envoltorios llamativos que nos confunden con el regalo principal: la vida, que no es poco. El presente que muchos no tienen. Feliz año nuevo.
*Abogado y mediador
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