Opinión | Cosas

Actitudinal

Con el cambio de calendario, estos artículos bisagra siempre se trufan con la relatividad del tiempo. Digamos que este es nuestro privilegio, ya que no gozamos del aburrimiento de la inmortalidad. Una muesca en el minutero para dejar atrás otro año y parte de nosotros mismos y darle un voto de confianza a lo que ha de llegar.

Se ha abierto la puerta del año santo para recordar que ya consumimos un cuarto de este convulsivo siglo, tan distante de esa prometida Arcadia con la que habíamos pintado el nuevo milenio. En el ámbito interno, la vivienda se ha encaramado como primera inquietud de los españoles, un aldabonazo de tangibilidad y de problemas palpables ante tanta chuminada polarizante que ejercitan las fuerzas políticas. La riada de Valencia ha tenido que ser para las Administraciones un trágico pero catártico ejemplo de hacer de la necesidad virtud, pero más que la cooperación, se prefiere afilar la incompetencia.

De puertas hacia fuera, la felicidad con el veinticinco se acerca más a los «dientes-dientes» de la Pantoja. Esperemos que los daneses no tengan que revisitar la consternación española del noventa y ocho porque Trump quiere Groenlandia. Ya tiene preparados los tacos de ese personaje prepotente de los Morancos. A este repetidor inquilino de la Casa Blanca no se le puede negar su siniestra coherencia: América primero. La pirueta diabólica de que, ya que Erik el Rojo pisó antes que Colón el continente americano, nos merendemos la «Tierra Verde». No es un sarcasmo. Esta inmensa isla de glaciares, que tuvo un obispado hasta el siglo VII, quiere encerrar para Trump la profecía autocumplidora del cambio climático y del deshielo, lo que favorecería una optimización en el aprovechamiento de sus inmensos recursos naturales. Trump también le ha echado el ojito a Canadá y al canal de Panamá para hacer más consecuente su pacto de no agresión con Putin. Que rezongue el sátrapa ruso en Ucrania mientras el Republicano emula peligrosamente a William Randolph Hearst. Esta predisposición para jugar al Risk por parte de dos jerarcas ávidos de exhibir testosterona nos acercaría peligrosamente a un sucedáneo del pacto Molotov-Ribbentrop.

Europa se muestra rehén de su ensimismamiento. Más aun en el caso francés y alemán; guiada la primera por su rebelde autocomplacencia; la segunda por el agotador y debilitado propósito de exorcizar los fantasmas del pasado, aquellos que Elon Musk tiene propósitos de azuzar.

Será muy humano el albedrío, pero por el aro de las doce campanadas todos hemos de pasar. Para quienes se atrincheren en el cinismo y en la engañifa de la felicidad, piensen que el futuro se gobierna con actitud. Feliz 2025.

*Licenciado en Derecho, graduado en Ciencias Ambientales y escritor

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