Opinión | Sin fronteras

Huesa y "Los castillos de San Silvestre"

Con los «Castillos del Santo» las gentes de la villa agrícola de Huesa (Jaén) conmemoran la noche del día 30 de diciembre a San Silvestre. Diversos grupos cantan, bailan y se divierten junto a las hogueras de leña que arden en torno a la plaza de la iglesia. El ritual concluye cuando se salta sobre las brasas, actividad que es incentivada mediante el sistema de pujas. Los campesinos europeos siempre encendieron hogueras ciertos días del año para danzar a su alrededor o saltar sobre ellas. Esta costumbre se remonta a épocas anteriores al cristianismo, y guarda relación con otros rituales paganos. La primavera y el estío son las épocas más propicias para llevarlas a cabo, aunque hoy son muchas las poblaciones que las encienden a finales de otoño o en invierno, particularmente en vísperas de Todos los Santos, Navidad o en la festividad de Epifanía.

Estos fuegos ceremoniales se asocian a antiguos rituales de magia imitativa cuyo objetivo principal era el de asegurar la luz para los seres vivos: al encender el fuego, se imitaba al sol, gran manantial de luz y calor para personas, plantas y animales. Se perseguía también con ellos un fin purificador, al destruirse en las llamas las influencias dañinas que acechaban a la comunidad. Parece que éste era el objetivo principal de tales rituales. El fuego tenía por misión quemar cuantos males acecharan al pueblo, representados éstos a menudo en la figura de las brujas, seres malignos que simbolizaban los males y desgracias que recaían sobre las personas y sus bienes, ya fueran ganados, cosechas u otras cosas. De ahí que las quemaran en efigie o en los animales que las representaban, siendo las cenizas, tizones y ascuas resultantes un remedio eficaz para ahuyentarlas durante el resto del año, protegiendo así sus bienes de las enfermedades o inclemencias de la naturaleza. Las hogueras se prendían también por la energía que irradiaban, la cual propiciaba en el sentir popular la fertilidad de las gentes que en ellas participaban, procurando hijos a las parejas estériles.

En Huesa la celebración comienza la víspera de fin de año, cuando por la tarde salen el tambor y los tres cargos del santo, quienes con llamativos uniformes desfilan por las calles de la villa. Estos tres cargos son el capitán, el guinche y el abanderado, en recuerdo de las antiguas escuadras militares que efectuaban descargas de pólvora ante las casas de las autoridades y de las mozas casaderas. Tiran cohetes y gritan «¡Viva San Silvestre bendito!». Estas personas, elegidas por sorteo a comienzos de enero, se ofrecen para el cargo por promesa y se comprometen a servir al santo todo el año. En su recorrido son acompañados por el tambor. Tras prender fuego a los castillos, uno por cada cargo, éstos arden durante toda la noche. En su entorno se reúnen grupos de edad y sexo diferentes. Al día siguiente, festividad de San Silvestre, se celebra función religiosa que ellos costean. A su término sale la procesión con el capitán, sargento y abanderado, a los que siguen la música y la imagen. Al santo se le ofrecen los tradicionales roscos para el cuello, que serán subastados en Año Nuevo. La recaudación se destina a cubrir necesidades de la parroquia y gastos de la fiesta. Ese mismo día se efectúa la rifa de cargos, los cuales desfilarán al inicio de la próxima fiesta de San Silvestre. Una celebración que identifica a esta bella villa de la Sierra de Cazorla.

*Catedrático

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