Opinión | Colaboración
Feliz e igualitaria Navidad
Arremánguense todas. Llega la Navidad, tiempo de paz y alegría, de reuniones familiares y reencuentros. Sin ponerse melodramáticas, aunque razones hay de sobra para ello, y ciñéndose a lo cotidiano, las Navidades son un momento crítico para muchas mujeres. En ellas, en nosotras, sigue recayendo, la inmensa mayoría de las veces, la planificación de los festejos. Siguen siendo las mujeres quienes se encargan de ir al mercado, de pensar y cocinar el menú, de decorar la casa y poner el arbolito, de comprar los regalos, de aposentar y entretener a los niños, de convocar y pacificar, si llega el caso, a los invitados.
La Navidad supone para las mujeres una notable sobrecarga física, emocional y mental. Era de suponer y ahora vienen a confirmar esa impresión los expertos en Sociología e Igualdad de la Universitat Oberta de Catalunya. Dicen que la Navidad es una época en la que las desigualdades entre los géneros, sobre todo en lo que concierne al trabajo y el reparto de las tareas domésticas, quedan en evidencia. Dicen que las mujeres son las que, en estas fechas tan señaladas, asumen la carga efectiva y también la carga mental de los preparativos. Que en la felicidad de los demás se nos va la felicidad propia durante estos días. Y que muchas mujeres pasan o acaban las Navidades con estrés, ansiedad y una molesta sensación de agotamiento; con desgana.
La celebración tradicional de la Navidad hace reverdecer los roles de género y devuelve a las mujeres al poco beatífico estado de ángeles del hogar. Muchas familias reparten responsabilidades, por supuesto, pero las expectativas culturales tienden a perpetuar las desigualdades. Puede que durante todo el año el asunto haya estado más o menos equilibrado, pero es llegar estas fechas y volvemos a las andadas. Las mujeres siguen sintiendo la presión por complacer a todos, echándose encima una responsabilidad tras otra. Se preocupan de la decoración de la casa, de pensar el menú y de prepararlo, y, después de pasar el día entero entre fogones, se sienten obligadas a presentarse con un bonito vestido, un maquillaje impecable y de buen humor. ¡Anda ya!
La imposición de la alegría a la que las Navidades nos han acostumbrado resulta, por sí sola, asfixiante, obviando que las pérdidas personales, las ausencias y los duelos, la enfermedad, los problemas laborales o económicos son más difíciles de sobrellevar en estas fechas para todos. Las mujeres están acostumbradas a postergar sus penas para atender las de otros y, sin tiempo para las lamentaciones, entre empaquetar regalos y preparar los turrones, se les van a muchas las Navidades.
*Periodista
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