Opinión | Salida de emergencia

Donde crecen las flores

El alcalde de Ourense es todo una referencia entre sus conciudadanos por lo que él mismo dice y nadie podrá rebatir, porque simplemente ya no se expondrá ante los medios de comunicación gallegos por considerar que no informan correctamente sobre sus palabras y que lo que cuentan es mentira y son unos asalariados, con el dinero de todos los gallegos, que lo único que buscan es malmeter contra él y por eso ha dicho basta y a partir de ahora el que quiera informarse lo tendrá que hacer a través de un canal de YouTube, creado por el propio alcalde, en el que el filtro solo será él y lo que él quiera contar.

Ourense es una ciudad de casi 105.000 habitantes que curiosamente decidió en su día dar el voto a este señor que cuenta las cosas como quiere, sin entender que en democracia el punto de vista de uno es cuestionable y criticable y no por eso hay que vetar a todo aquel que no opine o repita a pies juntillas lo que un alcalde diga o haga. Su decisión, sin duda, es un síntoma de cómo esta persona entiende el poder y por eso mismo, y para defenderse de una decisión que resulta totalmente injustificable, señala que «como no es masoquista no tiene por qué atender a ningún medio de comunicación, porque estos solo saben mentir y tergiversar sus palabras». Toda una declaración enredada en lo peor que el poder puede otorgar a una persona.

No quiero pensar qué sería de nosotros como sociedad si ahora todos los alcaldes o presidentes de comunidades autónomas, incluso del gobierno, vetaran a los medios de comunicación dejando toda la información en sus propios canales o en las redes sociales que tanto daño han hecho en casos tan dolorosos como el de Valencia o el covid y donde los bulos iban creciendo de forma disparatada, porque siempre hay alguien a quien le interesa más el ruido de las informaciones perversas que el trabajo de los medios de comunicación, que a veces, vaya por delante, también puede ser cuestionable, pero nunca sustituible. Vivimos tiempos de zozobra, no cabe duda, y no por que las cosas a veces nos sobrecojan y tengamos que sacar fuerzas de donde no las hay, sino más bien porque hay unos cuantos caraduras que vulnerando nuestro Estado de derecho quieren imponer sus normas que no son más que una forma de estar, burlándose y recogiendo de entre las flores todas las malas hierbas que solo saben empobrecer el campo, llegando incluso a destrozarlo.

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