Opinión | No ni ná

Por un Casco desierto

Hombre, si perseveramos es posible que lleguemos a ver el Casco Histórico libre de vecinos, de gente que solamente es una molestia para el negocio, el business, la pastora pavón. En Córdoba, ya se sabe, somos personas de visión. Tardamos en hacer las cosas pero tenemos la cabeza dura. Cuando se nos pasa algo por el entrecejo, ahí que vamos. Basta con ver los resultados para saber que todo el mundo, con las instituciones a la cabeza, está contentísimo con cómo ha salido todo. Para qué, entonces, cambiar si estamos tan cerca de referentes en sostenibilidad moderna, como Málaga mismo.

Consulta uno, no sé, la propaganda de la Gerencia de Urbanismo sobre el futuro plan de la ciudad, el llamado PGOM, y resulta que lo que destaca del Casco es que se van a tomar medidas para que haga menos calor. En orden de prioridades, se imaginaba uno que revertir la despoblación era lo principal pero las cosas, lapsus linguae incluido, son como son. Lo habitado que esté el Casco da exactamente igual porque hoy es un polígono de actividades terciarias. Queríamos pernoctaciones y ahora que las tenemos, qué puñetas, no vamos a quejarnos. Je, je.

Casi lo mejor, pongamos, es librarnos de una buena vez de la gente de-toda-la-vida para que no molesten a los clientes. Imaginen una ciudad dedicada íntegramente al monocultivo del ocio, qué lujo Maribel. Periclitados los cines, las entidades bancarias y las tiendas de alimentación, lo mejor es ir con todo. Prohíbase esa cosa tan antigua de vivir en el Casco, como ha ocurrido durante unos dos milenios, y vayamos directamente a por el plan completo. Una Port Aventura con actores caracterizados, donde todo sea de plastiquete y se pueda pagar con tarjeta. Cerremos centros escolares, lo poco universitario que queda, bibliotecas, ambulatorios. Con los ladrillos del último mercado, levantaremos las siguientes gastrotabernas. Todo será de plastiquete.

Es probable que contemos con una cierta resistencia. No todo el mundo entiende los grandes planes, ni es capaz de entender que Ítaca esté al alcance de la mano. Siempre quedan románticos, conservadores contumaces, pijoprogres desbocados, enemigos del comercio. Pero llegará el día en que los últimos resistentes habrán entendido el mensaje y que, como en la urbanización comunitaria con piscina (no nos bañamos nunca, pero eso no es relevante) de la periferia, como en ningún sitio.

Pasteuricemos la Córdoba vieja, que se le mueran los bichos. Celebremos las cosas como se merecen. Hasta la victoria siempre.

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