Opinión | Guadalquivir

Paredes

Nos ha dejado la actriz Marisa Paredes, figura imprescindible del cine español. Una mujer comprometida profesionalmente con las artes escénicas y un ser humano defensor de la democracia y libertades. Sus inolvidables declaraciones sobre los latidos de la historia reciente de España, abordada desde el parto de su hija en 1975 y su nieta en 2021, nos sobrecogen. Auguraba para su hija una España mejor y mostraba su preocupación para su descendiente, con la actual deriva del sistema democrático. Quo vadis, España. Cómo un día y otro, se augura el crecimiento de ideologías antisistema, involucionistas, negacionistas, terraplanistas, dispuestas a suspender derechos conquistados gracias a una democracia impecable, modélica, participativa... Y de pronto, el caos. Las eternas rivalidades, las frustraciones interiorizadas, los odios bipolarizados, los versos más amargos de Antonio Machado, españolito que vienes al mundo te guarde Dios... y regresan don Guido, aquel hermano, aquel trueno y toda su compañía de hipocresía, que niega la existencia del prójimo, de los derechos humanos, y de la mínima humanidad con quienes sufren en esta tierra. Lloraremos algún día por lo mucho que perdimos y por lo mucho y bueno que podemos conquistar.

Nos debemos preguntar en voz alta por los proyectos que nos ilusionan. Tener un trabajo, tener un trabajo digno, tener un salario justo, tener garantizados las ayudas del Estado de bienestar social; ayudas a la paternidad y maternidad, asistencia sanitaria pública, universal y gratuita, acceder a la educación en todos sus niveles desde la guardería a la universidad pública, donde puedan estudiar todas las personas con independencia de sus recursos, completar la formación con becas, tener prestaciones de desempleo, garantizar unas pensiones justas con revisión anual acorde con la realidad económica del país, contar con medios estatales para nuestra seguridad y libertad y vivir como nos dé la real gana. Pues no creamos que todos los que se postulan para representarnos defienden las líneas básicas expuestas. Los ultraconservadores, ultramontanos y amantes de la motosierra se reúnen en encuentros internacionales y se retroalimentan con experiencias preautoritarias. Volvemos a nuestros poetas y apelo a Martin Niemöller, «Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista. Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guarde silencio... Cuando vinieron finalmente a buscarme a mí no había nadie que pudiera protestar». No mires para otro lado.

*Doctor en Historia

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