Opinión | Calma aparente

Bienvenida tabernaria

Despedirse a la francesa es despedirse sin decir adiós. No sé si existe una expresión similar para saludar sin decir hola. Me lo pregunté porque es algo que hago de un tiempo a esta parte. Todos los viernes, a eso de la una, le envío a Beatriz el nuevo vídeo de la taberna La Sacristía, y con ese mensaje ya está todo dicho. Cada semana nos seducen con un plato diferente, desde unas patatas con choco a unas judías pintas con ternera y chistorra. Pasados unos minutos, recibo la respuesta: «Salgo a eso de las tres. Intentaré salir un poco antes». Así empieza, a menudo, el fin de semana.

Calculo el tiempo que me queda para el festín y me organizo. A veces remato la faena semanal cumpliendo con algún recado pendiente;otras veces me doy un paseo sin más; algún día puede que haga fotos con una cámara desechable (una nueva afición: tengo que aprender a no poner el dedo en el objetivo). Desde ese momento, eso sí, suelo empezar a escuchar flamenco, y tan pronto como empieza a sonar ya me voy entonando. Pongamos que la primera canción dice así: «El sol, joven y fuerte, ha vencido a la luna, que se aleja impotente sobre el campo de batalla». La vida no es tan complicada a veces.

Bajando por la calle Marroquíes ya solíamos ir afinando el olfato. Ahora no lo hacemos tanto, porque se trata de una calle por la que pasean a sus perros los dueños más despistados. Al llegar, no siempre está libre nuestra mesa favorita, pero nunca nos quedamos sin sitio. Nos pedimos una caña y lo último que tenemos es prisa. En una de las ventanas enrejadas apoyamos el primer vaso. La luz está filtrada por la hilera de árboles que recorre la calle.

Allí es donde hemos celebrado buenas noticias y hemos encajado las malas; allí es donde hemos hablado sin parar sin saber muy bien luego de lo que habíamos hablado. Es una taberna cofrade, pero no es necesario ser cofrade para sentirse en casa. En un primer momento no pensé que iba a frecuentarla tanto, pero los hechos han demostrado lo contrario. Recuerdo el día en que supe que iba a tenerla de referencia. Fue en diciembre.Me encontré allí con antiguos vecinos, con amigos de mis padres. Estábamos en plenas fiestas. La gente se abrazaba, se preguntaba con interés. Hacía frío, pero nadie se enteraba. Muchos allí eran amigos o al menos conocidos. Pero también había algún forastero; concretamente, el que me acompañaba a mí. Y fue tan bien recibido que tuve la certeza de que aquel era mi lugar. No sé si existe una expresión para dar la bienvenida sin darla directamente, sino a través del familiar que está de visita.

*Escritor

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