Opinión | Tribuna abierta

El castaño, testigo otoñal

El invierno asoma y, por fin, el frío hace acto de presencia. Tras un otoño anormalmente cálido, marcado por olas de calor prolongadas, la llegada de temperaturas más bajas trae cierta tranquilidad. En los ecosistemas mediterráneos, el frío invernal es crucial: despierta a muchas plantas de su letargo,vivido durante la época desfavorable, y activa el proceso de brotación que culminará en la explosiva floración primaveral. Sin embargo, esta transición climática se ha vuelto cada vez más brusca, estando acompañada de episodios adversos como vientos huracanados y lluvias intensas.

Uno de los símbolos del otoño, los puestos de castañas asadas, también ha sufrido el impacto del clima cambiante, mostrando cierta preocupación por el tiempo cálido vivido durante esta estación. Estos puestos forman parte del paisaje urbano y gastronómico de esta época, ofreciendo un calor reconfortante y un aroma inconfundible.

El castaño (Castanea sativa), protagonista de esta tradición, comparte familia botánica con encinas y alcornoques. Esta especie, originaria de Europa meridional y Asia Menor,necesita climas suaves y suelos frescos, por lo que en la Península Ibérica suele limitar su presencia a regiones del norte y oeste. No obstante, en Sierra Morena encontramos castañares aislados, con una distribución condicionada por la fragmentación de su hábitat y el cambio climático, que embellecen el paisaje y enriquecen nuestro patrimonio natural.

Estos bosques caducifolios destacan en un entorno dominado por especies de hoja perenne que caracterizanal bosque mediterráneo. Durante el otoño, las hojas del castaño cambian de color antes de caer, creando un espectáculo visual de distinta tonalidad, y devolviendo nutrientes al suelo de manera rápida y eficiente.

Un aspecto curioso del castaño es su polinización, que combina estrategias tanto anemófilas como entomófilas. La floración suele ocurrir al final de la primavera, entre mayo y junio. Sus poco llamativas flores masculinas están dispuestas en largas inflorescenciasquedispersan su polen por el viento, aunque conservan vestigios de atracción para insectos polinizadores, lo que sugiere un proceso de transición evolutiva influido por cambios climáticos y ambientales.

Respecto a su fruto, lo que comemos como «castaña» es, en realidad, la semilla. El fruto está formado por una vaina verde, cubierta de espinas, que protege a las semillas. Cada semilla está, además, protegida por una cáscara parda y una piel interna que a menudo resulta difícil de eliminar. El castaño, con frutos de alto valor gastronómico, también ofrece otros usos; por ejemplo, sus grandes hojas alargadas y dentadas son empleadascomo alimento para el ganadoy en la industria farmacéutica, mientras que su madera es apreciada en ebanistería.

En un rincón de Sierra Morena, un viejo castaño conocido como «El Abuelo» cuenta con más de 300 años de historia. Este ejemplar ha sido testigo de generaciones de habitantes que, según cuenta la tradición, se reunían a su sombra para compartir historias y refugiarse del calor. Cada otoño, «El Abuelo» sigue ofreciendo sus frutos, recordando cómo este árbol forma parte del tejido cultural y natural de nuestra región.

En las Sierras Rondeñas, en la zona de Hoyo del Bote en Istán, existe también un ejemplar de castaño milenario,en este caso conocido como «Castaño Santo», bajo el que se dice que el rey Fernando el Católico celebró una misa de acción de gracias en 1501.

Este otoño, los castañares y sus frutos nos han permitido disfrutar tanto del paisaje urbano como de la naturaleza. A pesar de los retos climáticos, el castaño sigue siendo un símbolo de adaptación y resistencia en nuestra tierra.

*Catedrática de Botánica, Universidad de Córdoba

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