Opinión | Cielo abierto

La leyenda de Fernando Plata

Cuenta la leyenda que Fernando Plata cruzó España para conocer en Córdoba a su admirado José Luis Rey. El poeta gallego de 25 años quería manifestar su admiración, y también su gratitud, a uno de sus maestros, quizá su maestro principal, por la corriente sanguínea que comparten de pasión estelar por el dorado que sublima la vida. Se puede edificar la conciencia o el magma de cualquier biografía desde la gratitud, que es otro estado de la admiración: José Luis Rey lo sabe bien, porque él mismo también atravesó España, con algo menos de 25 años, aunque en otra dirección: a Barcelona, para conocer a Pere Gimferrer. Ese encuentro personal de José Luis Rey con Pere Gimferrer ha marcado la vida no sólo literaria de José Luis; y también, como una trama secundaria de la principal, mi propia ruta de poeta y escritor. Pero es que, de alguna manera, aquel encuentro, ahora ya lejano, se completaría con el viaje de Fernando Plata a Córdoba.

En el prólogo de Himnos a los altos, el extraordinario debut poético de Plata, nos cuenta José Luis que Plata le contactó y quedaron para tomar un café en una de las terrazas cercanas al Alcázar de los Reyes Cristianos: un lugar eminentemente cordobés, con su deseo y su ámbar. Hablaron de Georg Trakl, de Jorge Guillén y de Wallace Stevens, cuyo libro Harmonium el propio José Luis ha traducido al español. Parece ser que Plata, desde el entusiasmo de sus 25 años, también trató de hablarle a José Luis de sus libros; aunque, conociendo a José Luis, imagino que le agradecería el gesto de leerle -y de admirarle-, pero preferiría cambiar de tema: Gimferrer, por ejemplo, una de sus pasiones, o Juan Ramón Jiménez. Como la mirada de José Luis es eminentemente lírica, y poco narrativa, apenas nos cuenta nada de la apariencia de Fernando Plata en el prólogo de su libro: no hay, pues, retrato físico, pero sí intelectual, y por eso sabemos que el pontevedrés, además de poeta, es farmacéutico, aunque vive entregado a la escritura desde una plenitud interior.

¿Y quiénes son los altos, a los que tanto habla Fernando Plata? Unos seres que están antes de todo, o que han vivido, incluso, antes del dorado de los hombres. Son los ángeles de la pura belleza del lenguaje, en una juventud eterna del espíritu. Así, en el poema Leda, se refiere el joven Plata a «la radiante / visión de los que amamos / la vida / a pesar de la vida». Hay quien afirma que Plata es, en realidad, José Luis. Hasta José Luis lo ha sugerido en alguna entrevista. El caso es que el libro se ha presentado en la Biblioteca Cántico sin Plata, pero con José Luis, que le prestó al gallego ese calor de los amigos verdaderos que asistieron al acto y estuvieron con él. ¡Larga vida a Plata!

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