El arte de vivir malvado

Sobre un calendario de papel de la cocina he pegado una banana con cinta adhesiva. Esta versión contemporánea del calendario de Unión Explosivos Riotinto que reproducía una gitana de Romero de Torres, clásico del kitsch doméstico, es mi copia pirata de Comedian, del bufón conceptual italiano Maurizio Cattelan, obra debatida desde el Art Basel Miami Beach de 2019, donde presentó 3 copias a 120.000 dólares cada una.

En los ochenta se declaró que el arte es el mercado y en la actualidad de milmillonarios el arte es el coleccionista. El artista solo es el mecanismo necesario para que un magnate tenga una colección cuyo valor es el precio que pueda alcanzar en los vaivenes de cotización de un mercado tan desregulado porque muera el artista, aparezca obra desconocida, su galerista se empotre con un dios del porno, uno de los tres compradores de Comedian la done al Guggenheim de Nueva York o, que un emprendedor chino de las criptomonedas -otra forma de arte del mercado- pague por ella 6,2 millones de dólares en una reciente subasta. La obra no es una banana y un esparadrapo -eso sería una estafa-, sino un documental certificado de autenticidad de 14 páginas con instrucciones para montarla a 1,75 metros y cambiar la banana cada 7 días.

Disfruto de mi copia. Antes de que la banana pase de madura a pocha la comeré, copiando a David Datuna, que zampó la pieza en Miami y tituló la intervención Artista Hambriento. Repondré el plátano en la pared, acción que titularé Magnate idiota. Al ver de nuevo Comedian, seré consciente de la perversidad de las multinacionales con las repúblicas productoras, de que para mucha gente comer una banana es más costoso que para Justin Sun comprarla con esparadrapo por 6,2 millones y, sobre todo, de que urge quitar el dinero a estos infames que invierten en risa millonaria con la miseria general libre de impuestos que producen, que va implantando fascismo país a país.