Opinión | Tormenta de verano

Migrantes somos todos

Desde que el ser humano existe sobre la Tierra, siempre ha emigrado de su lugar de origen hacia otros lares de mejores oportunidades. Una de las grandes migraciones de la historia moderna la protagonizó la población europea entre 1830 a 1920, cuando cerca de 60 millones de europeos hicieron las Américas. España también ha sido un país de emigración como lo acreditan los 3,5 millones de compatriotas que se marcharon entre 1885 a 1940, y los cerca de 2 millones que salieron después en busca de mejores horizontes laborales y libertades en la década de los años sesenta.

Datos que convienen recordar, ahora que tanto reivindicamos la memoria histórica y tan cortos andamos de la misma, cuando estamos en las puertas del día mundial de la población migrante, que se celebra cada 18 de diciembre desde el año 2000. Jornada internacional con la que se pretende visibilizar los retos, dificultades y adversidades que deben afrontar los migrantes en el mundo que ya alcanzan casi al 4 % de la población, así como efectuar un llamamiento a las naciones para contribuir a que la migración sea un proceso seguro, regular y digno, como proclamó en Marrakech la comunidad internacional con el Pacto Mundial de las Migraciones, aprobado el 10 de diciembre de 2018, y ratificado hoy por más de 160 Estados, pese a los 22 corredores migratorios que existen en poder de las mafias ante la inoperancia de los gobiernos.

Migraciones que como fenómeno natural que son, y dadas las tremendas desigualdades existentes, crecen de forma imparable aún más con la superpoblación mundial que de forma inédita se muestra hoy en la historia de la Humanidad, a razón de mil millones de personas más cada 11 años, en unas sociedades totalmente interconectadas, con mayores posibilidades de movilidad y que lleva 250 años dotándose de declaraciones de derechos y de igualdad entre los seres humanos. Migraciones que son un derecho recogido en el artículo 13 de la Declaración Universal que acabamos de celebrar, que actualmente ejercen 2.800.000 españoles que viven en el extranjero, y que son necesarias para corregir graves desequilibrios demográficos, mantener sectores de nuestras economías, y un factor de enriquecimiento mutuo entre culturas y pueblos. Sin olvidar que existe un claro balance económico positivo para los países receptores.

Ojalá esta jornada nos ayude en anteponer la dignidad de la persona sobre otros intereses, y lejos de consumir sólo el argumentario de auto reafirmación que retroalimenta nuestros postulados, nos sirva para profundizar en los datos y las causas reales, para comprender mejor un fenómeno natural que algunos han convertido en un problema, y podamos vencer prejuicios y estereotipos trasnochados que nos llevan a alimentar discursos del miedo que no tienen cabida en sociedades cada vez más plurales y abiertas. No olvidemos que migrantes y seres humanos, somos todos.

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