Opinión | Tribuna abierta
Ande yo caliente
Con la llegada del otoño y los primeros fríos se hacen familiares, en diversas localizaciones callejeras de nuestra ciudad, los puestos de venta de castañas asadas. Posiblemente esta actividad se inició en el siglo XVIII, aunque ya nuestro paisano Luis de Góngora las degustaba antes en su brasero. Sirvió de sustento a familias humildes que se dedicaban a ello. La imagen icónica, representada en la pintura y la literatura, es la de una viejecita con el pañuelo en la cabeza y la toquilla protectora del frío de la calle, frente al anafre donde tostaba las castañas a base de carbón vegetal. Esta figura ya ha desaparecido y los puestos de venta son habitualmente unos quioscos en remolques ambulantes, abrigados y acondicionados, que requieren autorización municipal con la campaña extendida de 10 de octubre a 10 de enero.
La venta de castañas asadas es un elemento característico del otoño en las ciudades emanando un aroma singular, proporcionando un agradecido calorcito en las manos a través del cucurucho de papel y suministrando al paladar un agradable sabor.
Merece la pena conocer algo de este familiar producto otoñal. La castaña es el fruto de un árbol llamado castaño (‘Castanea vulgaris’), originario de Asia, que llegó a la península Ibérica implantado por los romanos, aunque en Galicia hay constancia de la existencia de polen hace 12.000 años. Fundamentalmente, su difusión en la romanización se realizaba para la utilización de su madera aunque también se valoraba la componente alimenticia.
La castaña es un fruto seco de otoño, está protegida por una vaina cubierta de pinchos y por ello la recogida debe ser cuidadosa cuando caen al suelo. En su interior se encuentra el fruto, una cáscara de color marrón que contiene la pulpa comestible de color blancuzco amarillento. En su composición primordialmente se encuentran hidratos de carbono complejos ‒que mantienen los niveles de azúcares más equilibrados en la digestión‒, y fibra. Al contener prácticamente el 50% de agua, es uno de los frutos secos de menos contenido calórico y la cantidad de lípidos, 1,25 %, es igualmente menor que en ellos. La proteína vegetal es de alta calidad aunque en pequeño porcentaje, 1,63 %. Tienen una buena dotación de fósforo y potasio, también de magnesio en menos cuantía. Las vitaminas son fundamentalmente B y E. El consumo de castaña asada, ‒ya que la cruda es menos aconsejable por la cantidad de taninos,‒ aporta beneficios significativos para la salud. Ejercen una función cardioprotectora; previenen la osteoporosis; por su bajo contenido calórico y efecto saciante son aptas para dietas de adelgazamiento; previenen las contracciones musculares y los calambres; mejoran el sistema inmunológico; confieren efectos diuréticos y son protectoras del sistema nervioso. En definitiva, aparte de contribuir a la función tradicional como símbolo callejero de la estación otoñal y la agradable sensación física de su manejo manual y degustación, el consumo de las castañas asadas es sumamente aconsejable .
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