Opinión | Al paso

Currantes de la cárcel

En las ultimas semanas hemos sido informados de una presunta actividad ilícita en la administración de la prisión cordobesa en cuanto a la concesión de beneficios penitenciarios por parte de uno o dos funcionarios. Más allá de que todo el mundo tiene el derecho a la presunción de inocencia y más aún en ámbitos donde toda acusación puede obedecer a motivos espurios, pongámonos en el peor de los escenarios. Pues bien, la opinión pública es muy dada no solo a condenas tempranas sino a extenderlas a todo el colectivo laboral por aquello simplemente de hacer daño y sobre todo porque criticar es más fácil que analizar. Pues les aseguro que, si ya de por sí generalizar es desafortunado, más aún lo es cuando se aplica a los funcionarios de prisiones. Porque no hay colectivo laboral más profesional y disciplinado. Su papel social es tan importante y difícil que muchos de ellos precisan ayuda psicológica al estar tan quemados; organizar a personas privadas de libertad es muy complicado porque la tensión es perenne. Pero además también queman los familiares, que adquieren una lógica postura de resistencia y exigencia que hastía al más paciente de los mortales. Pues ahí están ellas y ellos a viento y marea por un sueldo que deja mucho que desear. Se suele decir que en las mejores familias pasan cosas y que en todos lados se cuecen habas. Pero yo les digo que donde menos habas se cuecen es en los funcionarios de la cárcel. Y es por ello que desde aquí les lanzo un mensaje de admiración. Y eso que yo también he tenido que soportar a veces en mis visitas a presos sus excesivas formas y normas. Pero lo cortés no quita lo valiente y frente al daño que puede hacer una conducta aislada, lo cierto es que la honorabilidad laboral de nuestros funcionarios de prisiones de la cárcel de Córdoba es para quitarse el sombrero. Y si lo escribo es porque los conozco y por tanto porque lo sé.

*Abogado

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