Opinión | Tribuna abierta

Romero de Torres y los vinos de Montilla-Moriles

Que Julio Romero de Torres es uno de los pintores cordobeses más universales resulta de sobra conocido, lo que no puede decirse lo mismo es que fue uno de los mejores embajadores de los vinos de Montilla-Moriles en la España de principios del siglo XX.

A partir de 1902 comienza a acudir a las tabernas cordobesas, auténticos santuarios de encuentro y de relaciones sociales de todo tipo de gentes, bajo la vigilancia del tabernero, con sus discretas piqueras, ventanucos abiertos al exterior para la venta de vinos de Montilla-Moriles, destinadas a bebedores vergonzantes y mujeres. En las tabernas, Romero de Torres degustaba con deleite nuestros vinos, junto al flamenco, afición que le acompañó toda su vida, así como comentaba la tarde taurina a la salida de la plaza. Tal y como dejó escrito, «Hubo una etapa de diez años en Córdoba, durante los cuales me entregué por completo a este género de vida. Había ya pintado un poco... Hice algunas cosillas; pero llega luego para mí un periodo de desaliento artístico, dejo de pintar y estoy durante unos años apartado de los lienzos y entregado a una vida bullanguera. Al cabo de este tiempo torno a la paleta y a los pinceles, ya con total y decidido entusiasmo, más sin dejar por eso mi afición al flamenco».

Participa asiduamente en las tertulias que se celebraban en los cafés Colón; Gran Capitán, del que fue habitual desde muy joven, junto a Inurria, Pellier, Muñoz Lucena o Montis; Político, San Fernando, Suizo y La Perla. En el Club Guerrita conoce a Machaquito, a quien retrata e incluye en su obra La Consagración de la Copla; el Círculo de Labradores y el Mercantil; así como el Círculo de la Amistad, cuya escalera central atesora grandes lienzos de su primera época. Como es lógico acudía a las Bodegas Campos, fundadas en 1908 por Domingo Campos y situadas muy cerca de su casa en la Plaza del Potro.

También, en su estancia en Madrid, se acerca a las tertulias, donde tampoco faltarían vinos de Montilla-Moriles. En la del Nuevo Café de Levante conoce al que sería amigo y admirador, Valle Inclán; junto a los hermanos Baroja, Maeztu, Pérez de Ayala, Rusiñol y Zuloaga. Igualmente, a las del Café de la calle Arenal; la Taberna del Barbas; el Ateneo, con los Quintero y Ortega y Gasset; del café Pombo, presidida por Gómez de la Serna o la Cacharrería y a la que solía acudir Joaquín Costa.

Los vinos están presentes en su obra. De 1915 es el bodegón, titulado La comida del marqués, donde, junto a unos salmonetes y un pato, aparecen unos racimos de uvas y una jarra de vino. Muy conocido es el cuadro que regaló a los Cruz-Conde, como reclamo publicitario para sus bodegas. Con el fondo del Puente Romano y el Campo de la Verdad, María Teresa López, La Chiquita Piconera, abraza una guitarra y nos invita a degustar una copa de su mejor fino.

Tal y como es bien conocido fue un afamado cartelista. Sus carteles se convierten en un referente como medio de difusión de la Feria de Nuestra Señora de la Salud (1896, 1897, 1902, 1905, 1912, 1913 y 1916) y de los vinos. En particular para Bodegas Cruz Conde, para las que también diseñó las etiquetas del Anís la Cordobesa (entre 1924 y 1930) y que guardan evidentes semejanzas con sus pinturas, con retratos femeninos, como los de Dora la Cordobesita.

Sirvan estas breves líneas como pequeño homenaje de todos los que formamos parte de Montilla-Moriles, agricultores, bodegas y cooperativas, en el 150 aniversario del nacimiento de nuestro gran pintor.

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