Opinión | Tribuna abierta
Políticos pirómanos
Los sueños nocturnos pueden ser agradables o desagradables, oscuros y difíciles de entender o cristalinos como el agua de una fuente. Ayer tuve un sueño tan cristalino como desagradable: estoy en el antiguo rectorado de la universidad de Valencia, un edificio antiguo y lóbrego; voy a matricularme para iniciar los estudios de medicina y espero en una cola de estudiantes que acaba en una ventanilla. De repente, oigo a mi espalda un griterío; me giro y veo que una muchedumbre se dirige hacia nosotros, con Isabel Díaz Ayuso a la cabeza. Ella viste como una actriz en una entrega de premios. Nos mira y, sin decir nada, saca una caja de cerillas de un bolso, enciende una de ellas y la lanza en nuestra dirección. El edificio, como si estuviera anegado en gasolina, empieza a arder. Díaz Ayuso hace un mohín mientras sonríe con picardía, se da la vuelta en un gesto rápido, como un torero, y se aleja entre aplausos de la multitud que la acompaña. Me despierto tosiendo. El humo nunca me ha sentado bien.
La tarde anterior había leído las noticias sobre la situación de la universidad pública en Madrid que, asfixiada ante la falta de financiación, se convulsionaba tras la negativa de Díaz Ayuso a aceptar una subvención económica del gobierno central para contratar profesorado, ayuda que sí había admitido el resto de comunidades autónomas. Aunque al final parece que ha rectificado, su actitud, acorde con su permanente oposición al gobierno central, reitera la asfixia económica que realiza a todo lo público, en especial hacia la sanidad y la educación, pilares del estado del bienestar.
En el caso de la universidad, si es deficitaria no puede reponer el profesorado y se ha demostrado que, aunque suba las tasas a los alumnos, ni así parece ser viable y se dirige a la descomposición. Cuando un ámbito se deteriora, es fácil proponer una gestión diferente como alternativa y es significativo que Madrid, la comunidad española que menos invierte por alumno, sea la que más universidades privadas tiene. ¿Son de mejor calidad? Según los estándares, no. ¿Recuerdan lo que ocurrió con la privatización de la red de ferrocarriles británicos emprendida por Tatcher y finalizada por Major? No solo no la mejoró, sino que condujo a un deterioro del que no se ha recuperado.
La política pirómana de Díaz Ayuso es tan llamativa que parece que sus actos se circunscriben a su comunidad, pero el afán privatizador no es algo único de Madrid. En Andalucía existen graves problemas de financiación de universidades públicas que son denunciados por sus rectores. Al mismo tiempo, se crean nuevas universidades privadas cuya necesidad es puesta en duda por la comunidad académica. Andalucía y Madrid también tienen otras cosas en común: ambas autonomías reducen el presupuesto a Cultura mientras asignan generosas partidas económicas a fundaciones taurinas y eventos cofrades. Me pregunto si hay alguna relación entre dificultar el acceso a la educación a la gente que no pueda pagarlo y entretenerla con corridas de toros y procesiones.
Hoy he vuelto a soñar: el mismo escenario, pero con otro protagonista. Me dirijo a la ventanilla y oigo tambores a mi espalda, me vuelvo y veo que una procesión se acerca. En el centro de la comitiva, con traje oscuro y gesto contrito, está Juan Manuel Moreno Bonilla. Lleva un cirio encendido en la mano, se acerca y lo deja caer. El edifico arde como si fuera de paja. A los tambores se han unido trompetas. Moreno nos mira con lástima, se encoge de hombros como si se disculpara y, tras girarse, camina hacia la procesión. Yo saco una mascara antigás de esas que aparecen en las películas de la primera guerra mundial y me la pongo. Esta vez he venido preparada.
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