Opinión | Tribuna abierta

Plácido

Pocas semanas antes de las primeras Elecciones Generales del 15 de junio de 1977 conocí a Plácido Fernández Viagas. Sus palabras, sus ideas sobre el momento que estábamos viviendo -las primeras elecciones libres después de la dictadura franquista-, aún resuenan en mi memoria. Defendía que, más allá de cada uno de nosotros, lo que España comenzaba a experimentar era un verdadero proceso democrático, rodeado de incertidumbres y de dificultades, en el que la última palabra, la única realmente decisiva, era la del pueblo español.

Plácido era sobre todo un demócrata, un convencido de que la libertad y la democracia son la fuente de legitimidad de la justicia, por eso formaba parte de aquellos pocos jueces y magistrados que valientemente se enfrentaron a la dictadura constituyendo la asociación Justicia Democrática. En él, palabras, ideas y hechos eran pura coherencia: siempre defendía con firmeza sus convicciones, y vivía de acuerdo con ellas, cosa que en más de una ocasión le costó algunos disgustos con propios y ajenos. Pero practicaba como pocas personas esa virtud tan añorada en estos tiempos de ahora como es el respeto.

Sin duda, la aportación más destacada de Plácido a la autonomía de Andalucía fue el impulso que prestó desde la Presidencia de la Junta al Pacto de Antequera. Designado en mayo de 1978, poco tiempo tardó en demandar al Gobierno central los medios necesarios para hacer frente a los problemas y demandas del pueblo andaluz, especialmente al del paro, que privaba a amplias capas de población de los medios para vivir dignamente. Pero a la vez, el primer presidente de la Junta preautonómica propugnó la conveniencia de un pacto de todas las fuerzas políticas andaluzas para acelerar la consecución de una autonomía política plena en el marco de la Constitución.

Así, en octubre de 1978, alentado por el masivo apoyo popular del 4 de diciembre de 1977 a la autonomía, Plácido anuncia el Pacto Autonómico Andaluz, que suscribieron todas la fuerzas con representación parlamentaria y la mayoría de las extraparlamentarias en vísperas de la celebración del Referéndum de ratificación de la Constitución. En su discurso expresó con claridad la legítima ambición del pueblo andaluz hacia la Carta Magna: «Esta Constitución refleje para nosotros el esquema de la España que queremos a partir de la España que es».

Por encima de todo, Plácido Fernández Viagas tuvo siempre un desempeño ejemplar de su función institucional en defensa de los intereses generales, como él decía: «Obligando a servir a esos intereses generales a todo aquel cualquiera que sea autoridad aquí, cualquiera que sea la fuente de esa autoridad, porque para revalidarla hoy, esa reválida pasa por el pueblo». Insobornable, así era Plácido, y por eso son más ruines los intentos de algunos de instrumentalizar su figura para su provecho personal o partidario. Era socialista, pero lo fue hasta el punto de hacerse uno con los afanes y las ilusiones del pueblo andaluz.

Esa grandeza de espíritu, ese profundo sentido de lealtad con la ciudadanía, de respeto al adversario y de honradez intelectual es lo que justifica sobradamente que se le rinda homenaje ahora y aquí. Él hizo posible con su autoridad moral el Pacto de Antequera, como dijo Rafael Escuredo, «el documento más importante de la historia política de Andalucía, tras el intento y la obra de Blas Infante».

*Presidente del Parlamento de Andalucía

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