Opinión | Calma aparente
Circunspección y estrépito
Una joven intenta desayunar mientras su hijo reclama su atención desde el carrito. Los miro y pienso que cambiamos y no cambiamos tanto al mismo tiempo. Quizá solo seamos más reservados, cobardes. Escondemos nuestros deseos y nuestras necesidades, nada más.
Hoy desayuno aquí motivado por un titular deslumbrante que me resbala tanto que me hace hasta gracia: se ha inaugurado la tienda de Bershka más grande de Andalucía. La calle Jesús y María, por tanto, se afianza como lo que lleva tiempo siendo, la antesala del infierno. Su bullicio irrespirable se acentúa, además, con la efervescencia comercial de estos días. Ante este panorama, me he tenido que esconder en una cafetería en la que no había estado nunca. Su nombre evoca feria y verano al mismo tiempo: Sabor Moreno. En una galería independiente, las mesas están repartidas en hilera, y he podido sentarme a mis anchas al final del todo, en un rincón. Una camarera me ha traído el café; otra, la tostada: las dos eran encantadoras. Quizá influya que es viernes.
En la mesa más cercana, un adolescente le cuenta a sus padres que quiere apuntarse a boxeo; es un buen vendedor, y sus padres, entregados a su pasión, asienten. En la mesa de al lado, dos sordomudos se parten de risa. Los demás están encerrados en sus cabezas.
Antes me he fijado en la iluminación navideña de la calle Cruz Conde. Este año han instalado arcos completos. Se ve que esta vez han optado por una estructura que se ajusta al ancho de la calle, por lo que los interesados podrán disfrutar del espectáculo completo, no de la mitad de otro. Todavía no han empezado a sonar los villancicos, todavía no ha empezado a girar el tiovivo. La Navidad subraya la pena. Quizá cambie de opinión dentro de unos años.
La semana pasada fui a comer con los de la oficina, adelantamos el trabajo. Como manda la costumbre, una bomba estalló en mitad de nuestras rutinas, y terminé cantando flamenco en un karaoke, creyéndome Farruquito. De pronto tomaba conciencia de mí mismo y me salía con los fumadores a hablar. Conviene alternar la circunspección y el estrépito. Este tipo de conductas no se corresponden con las de un alma refinada, pero lo cierto es que no me gusta ir por la vida fumando en pipa. Además, tengo suerte con mis compañeros, ninguno es un escritor con ínfulas, así que pude hacer un poco el tonto, lo justo, que no es fácil. Quizá me dejen de gustar estas fiestas con los años, como se deja de correr por correr cuando ya no se es niño. Pero eso todavía no ha pasado. Cambiamos sin cambiar tanto.
*Escritor
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