Tu nombre es mío

Ya es el innombrable. No solo por la perversión insoportable de sus actos, sino porque su víctima -heroína de esta tragedia- se ha impuesto hasta en la palabra que lo nombra. Ya no es nada. Ya no es nadie. «¿Por qué sigue llevando el apellido de ese hombre después del sufrimiento que le causó?», preguntó la defensa de uno de los acusados a Gisèle Pelicot, quizá creyendo haber encontrado una grieta en la pétrea valentía de la mujer. «A partir de hoy, Pelicot será la señora Pelicot y no el señor Pelicot», afirmó ella. Piedra gana a tijeras. La víctima apropiándose del nombre de la vergüenza y transformándolo en sinónimo de honor y dignidad. Una herencia para sus nietos, dijo. También una enseñanza, un símbolo para todos.

El juicio ya llega a su fin. Pelicot -Gisèle, a partir de ahora la única digna de la pareja de ser nombrada- fue sometida bajo la sedación, pero por decisión propia se negó a quedar en la memoria colectiva como un objeto vejado y desconocido. Ha mostrado su rostro, se ha apropiado del nombre y ha sido capaz de reclamar justicia para un cuerpo vejado centenares de veces. La resistencia de la vulnerabilidad. Frente a ella, cincuenta hombres que la violaron invitados por el marido. No se conocían entre ellos, pero aceptaron prestarse al juego perverso de la lógica patriarcal. Para ellos, la complicidad y hasta la solidaridad. Para la mujer, la sumisión y marginación en la toma de decisiones.

Las agresiones sexuales atendidas en el Hospital Clínic de Barcelona, referente en este ámbito para víctimas mayores de 16 años, han aumentado un 12% este 2024. El 88% de las víctimas atendidas han sido mujeres, un 12% hombres. El 10% de las agresiones han sido grupales. Año tras año, crece la violencia sexual. En un mundo paralelo, el 54% de los hombres jóvenes creen que el feminismo «ha ido demasiado lejos», según el CEO. En el juicio, Pelicot se acogió al lema «la vergüenza debe cambiar de bando». Sería más fácil si todos los hombres sumaran su complicidad y solidaridad al empeño.