Opinión | Foro romano
La extrema derecha y Franco
La música es un lenguaje universal donde entendemos las composiciones de los Beatles lo mismo que las de Bach, Mozart, Beethoven, Schubert, Serrat, Sabina o Bob Dylan

Imágenes de una exposición del archivo del No-Do, el catecismo social de una época. / Albert Olivé / Efe
Menos mal que el pasado viernes, Santa Cecilia, celebramos el día de la música, ese arte que sabe combinar los sonidos de la voz humana y de los instrumentos con la intención de provocar deleite y conmover la sensibilidad, ya sea de forma alegre o triste. La música es un lenguaje universal donde entendemos las composiciones de los Beatles lo mismo que las de Bach, Mozart, Beethoven, Schubert, Serrat, Sabina o Bob Dylan. Es otro mundo. El del arte, que a veces pertenece al séptimo cielo. Porque, aparte de que echemos de menos la gran silla de Lucena, que podía ser un acertijo muy especial de lo cotidiano, ahora roto; que todavía la vida nos sorprenda con casos como el del Centro de Educación Permanente de Miralbaida, que enseña a leer a mujeres adultas, la mayoría de ellas de la tercera edad (se me viene a la cabeza aquella época en la que enseñé a leer a mi madre, que era analfabeta, con la portada del periódico); que el Ayuntamiento anime a participar en la manifestación que se celebrará hoy por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres; que el Consistorio haya puesto en marcha la campaña Ola de Frío, aunque ya tiene a veinte ciudadanos en lista de espera; que la Federación de Asociaciones Vecinales Al-Zahara haya acordado otorgar el Cervatillo de Plata, máximo galardón anual del movimiento vecinal, a Pepe Larios; que la marca de Inditex Bershka abra la semana que viene en donde estaba Simago (Sí-mango), el primer centro comercial de Córdoba, de tantos recuerdos para los que entonces eran jóvenes; la reordenación de la Feria de Mayo y el acotamiento de sus casetas; digo que aparte de que la semana nos haya dado alegrías en estos aspectos, lo cierto es que han abundado las noticias relacionadas con la maldad humana, esas que circulan alrededor del gabinete de gobierno de Trump, donde los escándalos sexuales parecían una normalidad, y esos miedos que nos meten los grandes jefes del mundo al asustarnos con misiles de muerte.
Menos mal que el Tribunal Penal Internacional ha ordenado detener al líder israelí Netanyahu por delitos contra la humanidad en Gaza por lo que se une a Putin en la lista de líderes buscados por crímenes de guerra. Y encima salen todos los días en los periódicos y en la televisión. Franco dejó de salir en el No-Do (Noticiario Cinematográfico Español, acrónimo de Noticiarios y Documentales) cuando se murió el 20 de noviembre de 1975 en el pasado siglo, hace 49 años; la voz más característica del No-Do fue la de nuestro querido paisano de Villa del Río, Matías Prats, aunque Eduardo Sotillos también le prestó sonido. Un tiempo que a mí me pilló en la mili a la sombra de la Marcha Verde mientras que Estados Unidos y la CIA construían un futuro con un Sahara marroquí alejado de un Sahara de Argelia, rival regional de Marruecos.
Al cabo del tiempo regresé a estos desiertos con agua, cuando los saharauis ya estaban instalados en las arenas argelinas, en Tinduf, donde por las noches veíamos partidos de fútbol por la tele tirados en mitad del polvo. Miro a mis estanterías de libros e historia y veo la 5ª edición de La guerra civil española, de Paul Preston, un cómic de José Pablo García, un malagueño nacido en 1982, que también hizo la adaptación gráfica de Soldados de Salamina, de Javier Cercas. Pues ahora, coincidiendo con el almanaque, José Pablo García ha vuelto a las librerías con Franco, también de Preston. Y asegura el malagueño que se ha esforzado por acercarse a la figura del caudillo «desde la comprensión y evitando el enfoque maniqueo, ciñéndome a los hechos», pero sin olvidar que hablamos del «principal responsable del atraso sociocultural y económico de este país en el pasado siglo, y el causante directo del mayor número de víctimas» en una contienda española contemporánea. El jefe de una dictadura. Lo que parece ser que ahora quieren los más jóvenes, que se van para la extrema derecha. Da miedo pensarlo.
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