Opinión | Guadalquivir

Neocon y teocon

El fundamentalismo implica un desafío a las democracias

El próximo 28 de noviembre podré reflexionar en la Real Academia de Córdoba sobre los valores que inspiraron y condujeron la Transición democrática en España desde la perspectiva municipal. Aquel proceso político de ir abandonando progresiva y rápidamente la dictadura franquista desde la muerte del mismo Francisco Franco, el desmantelamiento del Movimiento Nacional y la inmersión en las instituciones democráticas recogidas en la Constitución de 1978, se me antoja muy lejano y en un escenario diferente y preocupante de 2024. Aquellos años que fueron de 1975 a 1982 eran un ritmo de a galopar y a galopar hasta enterrarlos en el mar.

Sin embargo, estos días estoy reflexionando, qué está ocurriendo en nuestra sociedad para que progresivamente se extienda un manto de fundamentalismo con un perverso maridaje de neoconservadurismo con esencia de teoconservadurismo, antesala de someter la Democracia a las fuerzas de la economía y de la religión. No se asusten, estoy hablando de Estados Unidos, donde los americanos han elegido como presidente a un fiel representante de este movimiento político que ya anunciaba el tea party y otras organizaciones internacionales promotoras de vaciar el Estado a favor del individualismo y derogar la legislación sanitaria. Les va sonando.

En plena campaña electoral un grupo de pastores cristianos, protestantes, evangélicos, presbiterianos... impusieron las manos sobre la cabeza del electo Trump insuflando al Espíritu Santo como candidato salvador de la patria. El atentado sufrido por el expresidente representó una revelación divina, según él, quien había sido elegido para... ¿para qué? Lo veremos en los próximos años. Por lo pronto, anuncian desmantelar el Estado de bienestar social, expulsión masiva de emigrantes y medidas arancelarias que provocaran desajustes económicos en todo el mundo, incluido España. Se trata de hacer caja, llevárselo calentito y sálvese quien pueda.

El fundamentalismo implica un desafío a las democracias occidentales y, especialmente, un programa concebido para acabar con el proyecto de la socialdemocracia creadora de la Unión Europea y de la actual España. Un extremismo sin tapujo alguno y carente de ética y moralidad que construye relatos falsos, acusaciones infundadas, miedos y escenario de la mentira. La prestigiosa Asociación de la Prensa americana preguntó a los electores por qué votarían al condenado republicano: «Muchos respondieron que Trump comparte su fe y valores cristianos, y lo defienden diciendo que representa la segunda oportunidad que da la religión». Bendito sea Dios.

*Doctor en Historia

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