Opinión | Cosas
Gotham
Antes de que los mangas japoneses cuestionasen la hegemonía estadounidense, el emporio de los comics lo encabezaban dos factorías de superhéroes que combatían el mal desde universos paralelos. Marvel y DC Comics venían a ser como la Coca-Cola y la Pepsi y sus respectivos abanderados Spiderman y el Capitán América por parte de la Marvel, y Superman y Batman por DC. Su Tratado de Tordesillas no era otro que la rentabilización comercial de esa catarsis de las viñetas. De hecho, existieron buenas colaboraciones entre ambas compañías, como esa edición para coleccionistas de Marvel versus DC Comics del año 1996, en el que cada editora montaba una suerte de Operación Triunfo para combatir/unir fuerzas con el seleccionado por el contrario. Sin derivarlo automáticamente a cuestiones políticas, este entente parecía extrapolar al metaverso ese entendimiento entre el Partido Demócrata y el Republicano que hoy parece que ha saltado por los aires.
En este surrealismo que preside la política norteamericana, parece que Nostradamus se ha ido a Las Vegas y ha apostado por los colores rojos del partido del elefante. Nueva York parece alejarse de ese escenario trepidante en el que luchaba el hombre araña con bocas de incendios reventadas por el doctor Octopus y por el calor, mientras la ficción se fusionaba con la realidad a la salida de la discoteca Estudio 54. Gotham, el trasunto de la Gran Manzana, gana terrenos a pasos agigantados. Y lo inquietante es que los villanos le están comiendo la tostada a quienes nos salvaguardan del mal. El Joker le ha lamido el carisma a Batman, al igual que para las presidenciales de 2028 empieza a asomar su candidatura aquel cuyo propósito inconfeso pasaría por convertir a Trump en un Bambi añoso. Elon Musk ha saltado al escenario de los mítines republicanos con el histrionismo del enésimo enemigo del hombre murciélago, dispuesto a reventarle su batmovil para saturar el mercado con sus coches eléctricos; haciendo que suba como la espuma el bitcoin para templar la flauta de Hamelín y difundir la amnesia en esa encriptación; expandiendo los bulos en su red con mayor velocidad que una plaga bíblica; convirtiendo a sus seguidores en una nueva versión de los siervos de la gleba, afanados en su tremendismo y docilidad para segar el pensamiento crítico.
Diarios como The Guardian han decidido desligarse de X, echándose sus redactores encima de la caja de Pandora, acaso impidiendo ingenuamente que afloren los demonios de ese millonario que no deja más intersticios a la egolatría que el avasallamiento. Musk promete una saturación de histrionismo para encandilar a los votantes zombies advirtiendo de que el enriquecimiento, antes que la caridad, empieza por uno mismo. Maniobras de distracción para que Trump culmine su soberbia y resentimiento, alejando los EEUU de la inmolada nobleza de las playas de Normandía. Bienvenidos a Gotham, territorio excluido de murciélagos.
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