Opinión | Desde la periferia
¿Alguien me lo puede explicar?
¿Alguien me puede explicar por qué nuestro Ayuntamiento no decretó el cese de todos los eventos lúdico-festivos, al menos oficiales como el del Arenal, para la tarde y noche del jueves 31 de octubre? Que alguien me lo explique, por favor, porque no lo comprendo en absoluto. Tampoco creo necesario llegar a los tres días de luto con cese total de todas las competiciones y actividades oficiales que ha decretado la federación andaluza deportiva a la que pertenezco y de la que soy el máximo responsable en nuestra capital y provincia, máxime cuando ninguna otra federación deportiva autonómica ni nacional lo ha decretado. Os ruego que distingamos el deporte de la fiesta. Ayer mismo, como el decreto de luto oficial se hacía efectivo desde el día 1, decidí seguir adelante con una actividad deportiva programada previamente. Al principio de la misma, y después de una pequeña charla a los deportistas en la que les insistí primero sobre la inutilidad del tiempo cuando se obra con el corazón y, segundo, sobre la oportunidad preciosa de la que disponían esa tarde para ofrecer el esfuerzo individual y colectivo por todas las víctimas de Valencia, por sus familias y por los cientos de familias que lo han perdido todo, hicimos nuestro preceptivo minuto de silencio. Repito: el tiempo prefiere esconderse cuando el ser humano obra con el corazón.
El problema que detecto, y que considero esencial y que va más allá del minuto, de los tres días de luto, del tiempo en general, es la absoluta falta de compasión que hemos demostrado en esta ocasión hacia nuestros conciudadanos y conciudadanas valencianas. Parece que todo lo resolvemos con crespones negros en las redes sociales y con dinero, ¡ese poderoso caballero!, que desde hace siglos ha contribuido y contribuye a despejar, limpiar y abrillantar nuestras conciencias para que nuestras respectivas y cómodas vidas se puedan seguir desarrollando sin el estorbo y la molestia que el otro, que la alteridad, suponen. Las redes sociales, igualmente, se han sumado a esta «operación limpieza» y nos alejan, además, de tener que contribuir con dinero. Otros, sin embargo, las utilizan para clamar a bombo y platillo el dinero con el que han contribuido, es este caso, para la reparación de los daños que está catástrofe natural ha producido.
Hoy, sin duda, el grito universal es el recuperar, si es que alguna vez la tuvimos, la Compasión, que no significa, en modo alguno, lástima o pena, sino συμπάθεια (sympátheia), sentir-con, padecer-con-el-otro. Si desaparece la Compasión de manera definitiva, arrastrará con ella toda Esperanza de ser una verdadera humanidad, una auténtica comunidad humana. Creo que, en esta ocasión, nuestras autoridades civiles no han estado a la altura de lo que la alteridad exige, de lo que la Compasión reclama.
*Profesor de Filosofía
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