Opinión | El cuerpo en guerra

Tras «solo el pueblo salva al pueblo»

Es difícil que no duela el mundo estos días, no sentirse perdido o llevarse las manos a la cabeza. Incluso, saber a quién creer. Valencia, Trump, Ucrania, Gaza, la represión continua a las mujeres en Afganistán... Pero si algo ha demostrado la catástrofe de Valencia es que, hasta que no nos toca de cerca, las personas no son capaces de movilizarse por una causa.

No voy a entrar a criticar cómo ha actuado el Gobierno autonómico y el central ni a comentar la visita protocolaria de las autoridades a las zonas afectadas, más allá de condenar públicamente los discursos de odio y las acciones organizadas de los grupos radicales de ultraderecha y neonazis. Sí que creo que es muy necesario analizar, más allá de vanagloriarse y colgarse la medallita, eso de que «sólo el pueblo salva al pueblo».

Solos, dejados a su suerte, sin ningún tipo de recursos, ¿qué iba a hacer la población de las zonas afectadas sino ponerse unos guantes y unas botas y salir a luchar contra el desastre? No quedaba otra: los vecinos tenían que actuar ante la pérdida de todo lo que tenían, sin importar la edad. Esto demuestra que la juventud, siempre tan criticada, es capaz de movilizarse (como lo hizo el 15M), pero tiene que verse afectada directamente. Y ante la cercanía de la catástrofe, llegó la ayuda de proximidad y de todos aquellos que se sintieron interpelados por lo ocurrido, que no dudaron en coger su coche -o hacerse una caminata de unos kilómetros cuando pidieron que se liberaran las carreteras para que pudiera llegar la ayuda institucional- para ponerse manos a la obra. Y ahí siguen.

En la actualidad vivimos decenas de situaciones que tendrían que llevar a que la población tomara las calles, entre ellas la extrema desigualdad que vivimos, la situación laboral, el estado de la sanidad y la educación públicas... Y sin embargo no hay movilización. ¿Necesitamos que ocurra una catástrofe para ser capaces de unirnos sin importar las afinidades políticas y revelarnos ante la situación e, incluso, plantar cara a nuestros dirigentes? ¿Es que aún no estamos lo suficientemente mal? ¿Hemos de perderlo todo para reaccionar como sociedad, como ciudadanos solidarios?

No es que no me alegre tremendamente de que la población se haya volcado con Valencia y que no paren de surgir iniciativas para ayudar a paliar la situación e, incluso, que estas se hagan extensibles al ámbito de la cultura (¿cómo va a conseguir levantarse de nuevo ese tejido si no?), pero me da coraje que tenga que desvanecerse la realidad conocida de manera tan brutal para que seamos capaces de unirnos y mostrar nuestra solidaridad como pueblo. Creo que merecemos más de nuestro vecino de al lado.

Tracking Pixel Contents