Opinión | Colaboración

Vuelve Zweig

Pasan los años y vemos cómo desfilan ante nosotros libros, películas o series de TV que van dejando tras de sí frases lapidarias, interpretaciones magistrales, casi siempre con finales felices, o momentos inolvidables que quedan de alguna forma impresos en la memoria colectiva. En los ochenta llegó la moda de leer novela hispanoamericana y todos leían a Fuentes, García Márquez, Cortázar o Rulfo. En los noventa irrumpió la cultura de las series norteamericanas, las sitcoms primero y los dramas de plataforma, después. Entrado el siglo XXI comenzamos a conocer en profundidad la Segunda Guerra Mundial o nuestra manida Guerra Civil, con esta última la figura de Chaves Nogales y su radiografía periodística de una España cainita y desmembrada. Y es que no eras un buen «cultureta» si no habías leído alguna de sus obras.

En estos días resurge con fuerza un autor profundo, el mejor conocedor del espíritu del europeo del siglo XX, narrador de bisturí, penetrador de las almas, un poeta encerrado en un prosista que conoce como nadie a la persona, de ahí su gran habilidad para las biografías como las de María Antonieta o Erasmo de Rotterdam. El austriaco Stefan Zweig, al igual que muchos intelectuales de su época, tuvo que huir de la temibles garras del Tercer Reich y, con la esperanza perdida en recuperar la cultura europea destruida por el nazismo, prefirió escapar de todo quitándose la vida junto a su esposa en Brasil. Cruel destino el suicidio para aquel que tanta vida había dado a sus personajes.

Su experta mano de biógrafo es capaz de sacar lo más profundo de la persona poniéndola ante la sociedad de su época y al mismo tiempo actualizarse en la de nuestros días. Normalmente cuando leemos un autor extranjero no lo hacemos en su lengua materna, por lo que la traducción es un paso clave a la hora de trasladar la riqueza emocional a palabras de lenguas y culturas dispares. Traducciones cuidadas, portadas sencillas pero sugerentes, ilustraciones mínimas que dicen mucho, hacen al lector hallarse en una atmósfera de seres que levitan en una prosa magistral.

Zweig es un psicólogo cronista del alma que elige diseccionar, un sacerdote de la religión de lo humano, un contador de historias que no mueren nunca. Quiere dejar constancia de un mensaje que trasciende los tiempos y los hechos: todos merecemos que nuestra vida sea contada. Zweig nos deja una enseñanza: en los actos más sencillos, poniendo la misma fuerza y voluntad que en las obras más elevadas, dejando la piel en cada gesto y entregándose sin temer el futuro es como realmente se llega a vivir ese ‘carpe diem’ que tan olvidado tenemos.

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