Opinión | Parece una tontería
Miedo a todo
En muchas de sus variantes el miedo es casi un juego. No pasa de pequeña nube blanca encima de tu cabeza. Puesto que los grandes miedos, los que no te dejan avanzar, lo son cada vez más, cuando desarrollas uno pequeño casi lo disfrutas. La mente es una fábrica de preocupaciones fantasmales e inimitables, que nadie más que uno mismo puede compartir, y acaso entretenerse con ellas. No pocas veces devienen en obsesiones que, lejos de superarse, se cultivan. Se vuelven compañía. Quién no desea sentirse especial en un momento dado, aunque sea a través de una tribulación. A su manera, son fuente de riqueza.
Esperamos de nosotros mismos hacer un puñado de cosas a nuestra manera, y ahí se encuentran también los caminos por los que llegamos a experimentar sobresaltos, inquietud, nerviosismo. Me puse hace unos días a recolectar pequeños miedos y en media hora me salieron el miedo a ir al banco, a hacer cola, a comprar kiwis (por el imprevisible sabor que vayan a tener), a mudarse, a no mudarse, a olvidarse de regar las plantas, a regarlas demasiado. Miedo a que el mensajero llegue con el paquete cuando justo sales a hacer un recado, a no acordarte de cómo se llama alguien que conoces. Miedo, por supuesto, a que las cosas vayan bien y que a una buena racha solo pueda seguirle tu ruina. Miedo a volver a fumar, a que no suene el despertador, aunque también a que suene. Miedo a no acordarse del cumpleaños de tu pareja. Miedo a necesitar urgentemente un fontanero, un electricista, un cerrajero. Miedo a despertarse con hambre en un hotel en mitad de la noche. Miedo a que el teléfono suene a las 5.45 horas, a que se estropee el ascensor contigo dentro, y no porque seas claustrofóbico, sino porque te entren ganas de mear. Miedo al agua fría. Miedo a resbalar en la bañera. Miedo a que se vaya la luz y tengas que poner en hora el horno, el microondas, la cafetera eléctrica... Miedo a arrancar cuesta arriba en un semáforo. Miedo a tener jefe. Miedo a que un día el jefe seas tú. Miedo a que te ofrezcan mucho dinero por hacer algo que aborreces. Miedo a decir que no, a decir que sí, a decir ya veremos. Miedo a llegar tarde a los sitios. Miedo a olvidar algo importantísimo cuando haces la maleta en los momentos previos a irte de viaje, a llegar al aeropuerto sin DNI, a caerte por unas escaleras y que te vean, a salir sin paraguas, a salir con él, a que te lo roben. Miedo a quedarte sin batería, a perder las llaves, a dejártelas en la cerradura por dentro, a que no te guste el libro que ha escrito un amigo, a que el Madrid gane la Champions. Miedo a pasar por la aduana, que te pidan que abras la maleta y que encuentren diez kilos de cocaína que no son tuyos. Miedo a acabar en una cárcel extranjera. Miedo a pinchar tres veces en el mismo viaje (me pasó). Miedo a participar en un coloquio y que tengas el pantalón roto y se te salga un huevo sin darte cuenta (le pasó a un amigo). Miedo a encontrarte a un pesado. Miedo a que el pesado seas tú, así que vamos a dejarlo aquí .
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