Opinión | Historia en el tiempo

Fútbol y humanismo

El turolense Pedro Laín Entralgo fue el mayor humanista español del Novecientos

Con rotundidad que seguramente le pareciera reluctancia cabe afirmar, sin embargo, que el turolense D. Pedro Laín Entralgo (1908-2001) fue el mayor humanista español del Novecientos. Al contar peraltadamente con las generaciones de 1914, 1927, 1936 y la de la Transición fue sin duda dicha centuria una época áurea de la inalteradamente rica cultura española. Sobresalir entre sus abrillantados nombres (entre los que, por fortuna y justicia, descuellan varias figuras femeninas) constituye así toda una hazaña de talento y esfuerzo, y ambas cualidades se conjugaron armoniosamente en la fecunda existencia del gran médico español, autor de una bibliografía tan acribiosa como dilatada en diversos campos del saber galénico, así como del ensayo literario en su máxima expresión.

De extensos conocimientos y abierto a todas las ramas de la actividad social, la del deporte no se incluyó, empero, entre ellas. Con superior comprensión hacia todas las creaciones de sus coetáneos, el escenario futbolístico permaneció, importa reiterarlo, ajeno a su acezante curiosidad. No obstante ello, en una circunstancia muy señalada en los anales futbolísticos tomó periodísticamente claro partido en contra de la glorificación de algunos de sus héroes y, singularmente, oponiéndose al río de oro drenado para financiar su existencia en cuadrantes económicos hiperbólicos al paso que una gran mayoría de sus conciudadanos sufrían penalidades sin fin para sacar adelante sus modestos hogares de clase media baja. En su recuerdo es difícil sustraerse al lancinante pensamiento que hodierno atenazaría su mente al reparar en la millonaria cifra de euros desembolsada por uno de los equipos de fútbol de su entrañado Madrid en orden a contar con los servicios de un jugador de excepcionales recursos en sus extremidades inferiores. Con todo, quizás, D. Pedro, hombre de su tiempo e intelectual indeficientemente comprometido con los envites generacionales, acabaría por asumir los planteamientos de sus contemporáneos para engolfarse en lecturas y meditaciones de las que extrajo grande provecho hasta su muerte una porción sustancial de la España más fecunda y atractiva de sus días postreros, ha justamente un cuarto de siglo.

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