Solos ante todo

La peor lucha es con uno mismo. Cerrar los ojos y volver a ver la secuencia del error repetida sin cesar. Tener que abrir los ojos para frenar la película. Que descansar sea con los ojos abiertos.

Laura García-Caro lo sabe, seguro. Es marchadora, tiene 29 años y casi una medalla de bronce. El viernes, en Roma, después de 20 kilómetros y a tres metros de la línea de llegada ya casi la mordía, sin intuir que le pisaba los talones otra corredora. La escena es terrible: justo en el momento en que Laura empieza a celebrar a tres metros de la línea, sufre un adelantamiento. Lo que sucede en la cabeza de Laura en esas milésimas de segundo se pinta al momento en su cara. La victoria, la sorpresa, la desesperación, la renuncia, la derrota.

Deportes de equipo o deportes individuales. La elección es una de las múltiples variables por las que como padres o madres somos evaluados. Si escoges tenis, atletismo o taekwondo para tu hijo siempre, tarde o temprano, toparás con el padre o la madre que te amoneste por la pasiva: ah, nosotros queremos que practique un deporte de equipo, por los valores, saber compartir, etc. Sin embargo, este, que era un fin de semana de tenis por las finales del Roland Garros, pudimos presenciar lo extraordinariamente difícil y las altas capacidades que se necesitan para enfrentarse solo a un reto para el que te has estado preparando con muchísimo esfuerzo. Todo a una sola partida. No son nada sin la fuerza mental. La que necesitaba García-Caro para superar esos veinte kilómetros y quedar entre las tres primeras era titánica. Después de dos años apartada por un covid persistente que la dejaba agotada al mínimo esfuerzo, había llegado al europeo de Roma con la mejor marca. Más dura será la caída, dicen.

A la vista, los Juegos de París. Sólo alguien entrenado para vencer a sus propios miedos puede remontarse a sí misma. Admiración solo por ello. La inmensa mayoría no seríamos nada sin el abrazo del equipo.

*Periodista

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